Contaron ayer los periódicos que el Pentágono planea embarcarse en una ofensiva psicológica en los países aliados para contener lo que entiende como «una creciente ola de antiamericanismo». Dicen que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, está preocupado por la falta de un plan civil para influir en la opinión pública mundial y quiere lanzar una guerra propagandística por su cuenta.
Según un documento interno revelado anteayer por The New York Times, el Pentágono se está planteando lanzar una batería de «operaciones de información», tales como pagar a periodistas extranjeros para publicar opiniones favorables a EE.UU. o como contratar empresas de relaciones públicas «para influir en los líderes políticos de los países neutrales y amigos».
Admito que la noticia me ha dejado bastante perplejo. En primer lugar, porque revela que la Administración norteamericana sigue teniendo muy graves problemas de coordinación. Eso que se está planteando el Pentágono lo viene haciendo la CIA desde hace muchas décadas. De hecho, el director de la Central tiene asignada una importante partida presupuestaria de la que no está obligado a rendir cuentas a nadie y que, según han reconocido numerosos exagentes del espionaje norteamericano, se utiliza como fondo de reptiles para conseguir que influyentes periodistas -y políticos, y hasta artistas- giren en la órbita de los intereses de Washington.
De ese modo, el Pentágono y la CIA corren el riesgo de hacerse la competencia tontamente.
Pero el plan de Rumsfeld presenta otro aspecto igualmente chocante. Es curiosísimo que haya autoridades norteamericanas que consideren que en los países que considera «amigos» existe «una creciente ola de antiamericanismo» que pudiera estar alentada por la clase política y los medios de comunicación. Nada más alejado de la realidad. En esos países -ellos suelen citar el ejemplo de Alemania-, los líderes de opinión están netamente alineados con las posiciones internacionales de Washington. No en todas y cada una de las cosas, no necesariamente siempre al 100%, pero sí en lo esencial y con una rotundidad que no deja lugar a dudas. Ni hace falta pagarles específicamente para que se muestren entusiastas ni, sobre todo, podrían ponerse más fervorosos sin provocar una reacción de desagrado y desconfianza en las respectivas opiniones públicas.
La preocupación de Rumsfeld da cuenta de un problema grave, que puede ir a peor: Washington no quiere aliados; quiere lacayos. Quien osa ponerle un leve pero, hacerle una ligera observación o sugerirle un matiz se convierte en sospechoso.
¿Se atreverá a decirle alguien a Rumsfeld que su plan de compraventa de políticos y periodistas en países extranjeros no sólo es absurdo e inútil sino, aparte de todo, también ilegal?
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (17 de diciembre de 2002) y El Mundo (18 de diciembre de 2002). Hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 31 de diciembre de 2017.
En su Diario, Javier publicó el 17 este comentario:
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No quisiera presentarlo como prueba de nada. Sólo como botón de muestra.
Ayer, acto en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense de Madrid. Presentación de la página de contrainformación www.rebelion.org. Hace de anfitrión el Laboratorio de Medios, plataforma crítica creada recientemente por algunos estudiantes de la Facultad. Hablamos Pascual Serrano, impulsor de Rebelión y periodista; Simón Royo y Carlos Fernández Liria, profesores de la propia Universidad y responsables de la sección «Mentiras y medios» de rebelion.org; Vicente Romano, veterano profesor de Teoría de la Comunicación y apasionante escritor, autor de La formación de la mentalidad sumisa, y yo mismo.
La manipulación de los medios al servicio de tales o cuales poderes, en concreto, y del Poder, en general; la maquinaria de forja y difusión de la mentira; el papel de la contrainformación y el periodismo crítico; el porvenir de los medios... Un temario del mayor interés, unos ponentes -hágaseme excepción, si se quiere- expertos en la materia, el foro más adecuado -la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid cuenta con unos 15.000 alumnos-, un día y una hora excelentes, el acto muy bien anunciado, con carteles y pancartas... Pues bien: unos 60 asistentes, más o menos, de los cuales, según me dijeron, dos tercios venidos de otras facultades.
Alguien habló durante el coloquio de «los periodistas bien instalados que impiden el acceso a la profesión de gente nueva». Miré el patio de butacas y sonreí beatíficamente.
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