Mal, muy mal. Se suponía -algunos suponían: se creyeron lo que oyeron- que el PSOE iba a emprender como tarea prioritaria el análisis autocrítico de su actuación pasada, para no tropezar otra vez con las mismas piedras (y no darnos a los demás con ellas).
Pero qué va. La jefatura felipista sigue totalmente encantada de haberse conocido. Todavía no ha tenido siquiera tiempo de tomar asiento en sus escaños de oposición y ya está entregada en cuerpo y alma al mismo aburrido ejercicio de autocomplacencia, petulancia y narcisismo de hace tres meses, de hace tres años, de hace diez.
Antes de lanzarse de nuevo al ataque con ánimo de reconquista, el PSOE debería haberse planteado algunas preguntas clave: qué ha pasado, cómo, por qué ha pasado. Cómo pudo ser Filesa, cómo el paro loco, cómo, por qué Lasa y Zabala, Intxaurrondo, el Mystère, el Azor, el búnker, los contratos basura, la Ley de Extranjería, la patada en la puerta, la Guerra del Golfo. Mientras no se plantee esas preguntas y tantas otras conexas -planteárselas sería ya comenzar a responderlas-, los socialistas serán esclavos de su propio pasado. Estarán condenados a repetirse. Frente al Boyer de hoy no podrán proponernos sino el Boyer de ayer. Y frente al Mayor Oreja de mañana, la oreja mayor, con CESID y todo, del Narcís Serra de hace cuatro días. Esa es su «alternativa de progreso».
Pero no son solamente ellos. Otros hay que se consideran de izquierdas desde fuera del PSOE, y hasta lo critican a veces, pero no se declaran incompatibles con esa pseudoalternativa felipista. Es el caso de los críticos de Izquierda Unida -Partido Democrático de Nueva Izquierda, se llaman ahora- cuya agenda de trabajo tiene un punto fijo y permanente: atender a todos los medios de comunicación a los que fascina la hostilidad que muestran hacia los mayoritarios de Anguita, sólo comparable al fervor con que proponen unirse al PSOE en un «bloque de progreso».
Las divisiones internas paralizan a Izquierda Unida. Decir que es cosa de personas no aporta nada: todos los asuntos políticos son cosa de personas, por animales que sean. El talante de cada cual podrá gustar más o menos -habrá quien no soporte los aires sentenciosos; otros odiamos la hipocresía-, pero en todo caso la división es mucho más profunda. Afecta a la concepción misma de la política.
Alguien que no entiende que es imposible constituir un «bloque de progreso» sin distinguir primero entre la decencia y la indecencia, ¿de qué clase de «progreso» habla?
Pero la reflexión opuesta es igual de válida: si se pone por delante la exigencia de decencia, ¿habrá con quién formar un «bloque» que merezca tan solemne nombre?
El dilema de la izquierda es ése: o aspirar a ser muchos a expensas de los principios más elementales... o pagar duramente en peso político el precio de tener principios.
O lo uno o lo otro. Eso es lo peor: que no hay vía intermedia.
Javier Ortiz. El Mundo (1 de mayo de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de mayo de 2012.
Comentarios
Despues de la euforia de ayer,hoy me siento como Munch, apoyado en la baranda en medio del puente.¡Aterrorizado!.
Escrito por: Tailo.2012/05/02 12:33:27.007000 GMT+2