La cuestión esencial no es -como muchos pretenden- determinar qué oscuras intenciones han empujado a El Mundo a perseguir sañudamente al presidente de Telefónica, César Alierta, hasta conseguir que lo sienten en el banquillo como posible autor de un delito de lucro ilícito por uso de información privilegiada cuando era gran patrón de Tabacalera. La cuestión esencial es determinar si el hoy presidente del emporio de Telefónica de España hizo eso y, de ser así, cómo pagará por ello.
Hacer lo contrario responde exactamente al viejo dicho oriental: «Cuando el dedo señala la luna, los estúpidos miran el dedo». ¿Los estúpidos? O los interesados.
Es muy frecuente que las investigaciones periodísticas sobre hipotéticos hechos censurables cometidos por personalidades de la vida política o económica respondan a propósitos que no tienen demasiado que ver con el bien común: venganzas personales, disputas empresariales, ambiciones políticas... Acordémonos de cuando la cadena Ser se lanzó cual fiera corrupia para desmontar las mentiras y las trampas en las que incurrió el Gobierno de Aznar tras el 11-M. Tuvo un par de patinazos menores, de los que hubo de disculparse, pero en lo esencial acertó de pleno y contribuyó a que la ciudadanía supiera que Aznar, Acebes, Zaplana, Palacio y compañía estaban tratando de colar una trola monumental, a saber, que muy posiblemente los atentados de Madrid eran obra de ETA. ¿Obró así la cadena Ser por puro amor a la verdad, ajena a las repercusiones que su trabajo podía tener en el ánimo de los votantes del 14-M? Claro que no. Pero eso es secundario.
No es que no tengan importancia los tejemanejes empresariales y políticos de los medios de comunicación. ¿Cómo podría pretender semejante cosa yo, con la de tiempo que empleo en estudiarlos? Lo que sostengo es que la mala fe o el ánimo perverso del mensajero no anulan el valor del mensaje, si el mensaje es cierto.
Los amigos del PP pusieron muchísimo empeño en que el público centrara su atención en los propósitos políticos -y, en el fondo, empresariales- que perseguía la cadena Ser con las denuncias periodísticas que realizó tras el 11-M. Querían que la opinión pública mirara el dedo; no la luna. Los amigos del emporio empresarial que tan buenos negocios ha hecho en los últimos meses con la compañía Telefónica -recordemos la disparatada venta y liquidación de Vía Digital, por ejemplo- pretenden que, cuando El Mundo desvela los presuntos delitos cometidos por su gran beneficiario, César Alierta, lo que realmente merece atención son los presumibles rencores y frustraciones que mueven al director de ese periódico. Es decir, el dedo y no la luna.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de julio de 2017.
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