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2002/01/31 06:00:00 GMT+1

El deber de socorro

Unas treinta personas vieron cómo los vigilantes jurados del puerto de Barcelona apaleaban a Wilson Pacheco y lo tiraban al agua. Nadie hizo nada por salvarlo.

El Código Penal español (artículo 195, apartados 1 y 2) tipifica el delito de omisión del deber de socorro. No sé si la autoridad judicial encargada del caso se tomará el trabajo de estudiar si la pasividad de esas personas es deudora de castigo penal. Imagino que ellas -las que hayan sido identificadas- alegarán que el rescate de un hombre que se está ahogando comporta riesgos, y que la existencia de riesgo exime del deber de socorro, con lo cual el juez dejará correr el asunto (por más que todos sepamos que, si el salvamento se emprende entre varios y en aguas tan calmas como las de un puerto, el peligro es mínimo, por no decir nulo).

Sea como sea, y códigos al margen, el comportamiento que tuvieron esas personas me resulta repugnante.

Pero no extraño. Vivimos en una sociedad en la que el ejercicio de la solidaridad ha perdido casi por completo su carácter directo. La mayor parte de la gente solidaria lo es por delegación: entrega comida, ropa o dinero a terceros, para que ellos se encarguen de hacérselo llegar a los necesitados, pero no mueve ni un dedo ante la desgracia que sucede delante de sus narices. La ve y no hace nada. O vuelve la cabeza para no verla. Teme verse metida en complicaciones. A veces con razón: en cierta ocasión en la que intervine para reconvenir a los miembros de una patrulla policial que estaban maltratando a unos chavales, los chavales pudieron irse tranquilamente, pero yo me pasé cuatro horas en dependencias policiales y acabé en un juicio de faltas, acusado de haber llamado «fascistas» a los policías (lo cual, dicho sea de paso, era rigurosamente cierto).

La hipocresía de nuestro sistema oficial de valores es flagrante. De un lado, se educa a la ciudadanía en el individualismo más exacerbado, en eso de que «la caridad bien entendida empieza por uno mismo», en el «ande yo caliente y ríase la gente», en el «a mí déjame de líos». Con lo cual, cabe vez que se topa con un conflicto que no le concierne directamente -un accidente, una agresión, alguien que sufre un infarto en plena calle-, pone tierra de por medio. Pero, por otro lado -y a la vez-, se sueltan rollos abstractos sobre el deber de socorro, y hasta se incluye como obligación imperativa en el Código Penal.

Basura.

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P.D. Misterio. El martes, los medios de comunicación relegaron a quinta fila el asesinato de Wilson Pacheco (dejé aquí constancia de ello, como puede verse en el apunte titulado Paqui y Wilson). Ayer, sin embargo, decidieron ponerlo en primer plano, pese a que no surgieron novedades en el caso que justificaran tan brusco cambio en la jerarquización de la noticia. ¿Alguien sabe qué pudo motivar esa súbita revaloración del suceso? Yo no, aunque me lo barrunto. Pero, como sólo es una hipótesis, me callo.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (31 de enero de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de febrero de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/01/31 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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