Sharon dicta a las Naciones Unidas sus condiciones: la comisión internacional de investigación sobre lo ocurrido en Yenín tendrá esta composición y no esta otra, irá cuando se le deje, estudiará lo que se le mande, no podrá emitir condena alguna contra su Gobierno, trabajará con la vigilancia y la supervisión que les imponga...
Sharon dicta y Kofi Annan traga. Y traga Washington, que supuestamente votó a favor del envío inmediato de esa comisión. Y traga la UE, que se había declarado «horrorizada» por lo sucedido en el campo de refugiados, ahora convertido en solar y cementerio.
Todo el mundo traga. ¡Cuánta tolerancia! ¡Y cuán extraordinaria!
Sadam Husein se habría dado con un canto en los dientes por disfrutar del 5% de esas tragaderas. A él le encasquetaron una comisión de control inapelable. Y, así que se permitió el lujo de poner trabas al libre ir y venir de los comisionados, se ganó -le ganó a su pueblo- unos bombardeos de aquí te espero. A añadir al bloqueo previo, por supuesto.
Me parece que el recluso Milosevic también podría decir algo sobre este particular. Trató de ponerse gallito y se enteró en un abrir y cerrar de ojos de lo que vale un peine. ¿Un peine, digo? Y un edificio de televisión, con sus trabajadores dentro. Y un mercado público, con su gente comprando. Ahí está ahora, en La Haya, con todo el tiempo del mundo para meditar sobre los beneficios de sus ínfulas.
Fue con él cuando empezó a hacerse popular eso de la «tolerancia cero», que tanto les gusta ahora a todos.
¿«Tolerancia cero»? Según y cuándo. Según y para qué. Según y con quién.
Eh, y no nos olvidemos del Gobierno cutre de los talibán afganos. ¿Se acuerdan ustedes de la contestación que recibieron el día en que se ofrecieron a negociar con EEUU el destino de Ben Laden, intentando parar la guerra que se les venía encima? «Se ha acabado ya el tiempo de las palabras», sentenció Bush, «y ha llegado el tiempo de la acción».
Les dieron para el pelo. Y cuidado que tenían.
Toda la arrogancia, toda la impaciencia, toda la intransigencia «de principios» exhibida por «la comunidad internacional» en esos tres y en tantos otros casos, se vuelve torpe balbuceo, inacción absoluta y tolerancia infinita cuando quien se mofa de las resoluciones internacionales es Israel.
Con Israel no hay plazos fijos, ni condiciones sine qua non, ni exigencias insoslayables.
Lo de Israel es mágico. Israel tiene bula.
La de la Santa Cruzada, supongo.
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Nota de régimen interno.- Inicio hoy, como tantos otros habitantes de la capital del Reino de España, un largo puente vacacional, que me tendrá a orillas del Mediterráneo hasta el próximo domingo. Tengo la firme intención de dedicar estos días a descansar, para reponerme del agotamiento que arrastro desde hace dos meses. Voy a dormir, dormir, dormir, tomar el sol -si lo hay-, pasear, leer... O sea, que me voy a entregar a eso que se suele llamar il dolce far niente. Atenderé este Diario, pero no sé ni con qué entusiasmo ni a qué horas. Quienes vayan a hacer lo mismo que yo y no quieran perder comba pueden marchar en paz. Si quieren, el lunes y martes próximos podrán consultar los apuntes de toda la semana.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (30 de abril de 2002) y El Mundo, salvo la nota (1 de mayo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de abril de 2017.
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