La noticia apareció publicada -muy discretamente, medio de tapadillo- en noviembre del año pasado. No sé si algún medio de comunicación español la recogió. Si lo hizo, yo no me enteré. En todo caso, no se habló sobre ello. Y sin embargo el asunto es interesante e incluso alarmante. Me estoy refiriendo al anuncio de la creación de una nueva fuerza militar norteamericana, a la que han llamado Comando del Ciberespacio y que tendrá -tiene ya- misiones tanto de defensa como de ataque.
A la hora de presentar esta nueva fuerza, su comandante en jefe, el teniente general Robert J. Elder, señaló: «Vamos a tratar el ciberespacio como un ámbito de combate». Su lema es bien expresivo: «Alcance mundial, vigilancia mundial, poderío mundial». Elder, que anunció la entrada en acción de sus nuevos guerreros ciberespaciales altamente especializados, fue tajante: «En este ámbito, al igual que en cualquier escenario de guerra, no hay lugar para los aficionados».
El razonamiento que expone el comandante en jefe de este nuevo comando es muy sencillo. Constata que el poderío militar de EE.UU. depende de modo creciente de las nuevas tecnologías, en virtud de lo cual resulta cada vez más eficaz, pero también más vulnerable, por culpa de los resquicios de infiltración que puede proporcionar internet. Así las cosas -deduce-, el Pentágono está obligado a controlar ese gran peligro potencial que representa internet. Debe controlarlo todo: servidores, páginas web, blogs, correos electrónicos... Porque o la vigilancia es global o no ofrece garantías. Y debe controlarlo por todos los medios: allí hasta donde sea posible, ampliando las formas legales de vigilancia; a partir de esos límites, por su cuenta y riesgo. Detectados los peligros, reales o potenciales -pero en todo caso catalogados como tales por los servicios especiales del Pentágono, no por ningún órgano de justicia nacional o internacional-, el siguiente paso es destruirlos. Ahí entra en aplicación la llamada «política de eliminación de información virtual que pueda ser útil al enemigo». Una política que, carente de control externo, puede alcanzar un altísimo nivel de arbitrariedad.
Llamo la atención sobre la frase del teniente general Elder que he citado antes: «En este ámbito, como en cualquier escenario de guerra, no hay lugar para los aficionados». Porque la inmensa mayoría de quienes nos servimos a diario de internet, sea para trabajar, para comunicarnos o para divertirnos, somos aficionados, y no estamos en guerra con nadie, ni como aficionados ni como profesionales. Y tenemos nuestros derechos, entre ellos el derecho a que nuestra correspondencia (y con ella nuestra intimidad) no sea violada.
He aquí otro ejemplo más (¿cuántos van?) de cómo, con la excusa de defender la libertad, cercenan la libertad.
Javier Ortiz. El Mundo (18 de junio de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: El Comando del Ciberespacio. Subido a "Desde Jamaica" el 25 de junio de 2018.
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