Me estoy dando estas últimas semanas -desde que recuperé el pleno uso del brazo- unos tutes de curro doblemente fastidiosos, porque me ocupan mucho y me cunden más bien poco.
A veces estoy delante del ordenata desde las 5 de la mañana, con lo que a eso del mediodía me siento cansado y me tomo un respiro. Suelo aprovechar entonces para salir a airearme y hacer el par de recaditos de rigor: que si enviar y recoger la correspondencia, pasar por el banco, etcétera.
Cuando el tiempo es bueno, como en estos días casi primaverales, me gusta hacer ese paseo sin prisas («a paso de abuelo», que digo), mirando los escaparates, oyendo las conversaciones de la gente y disfrutando del bullicio de mi barrio, que mezcla el tipismo simpático del Madrid de siempre con los alegres colores de la inmigración reciente. Me lo paso bien.
El pasado viernes me paré delante de un enorme quiosco de prensa que hay a dos pasos de mi casa. Más que nada para ver qué novedades tenía en materia de DVD económico. Y allí estaba, ojeando de paso las portadas de las revistas de informática y sorprendiéndome una vez más de la pervivencia de los semanarios de politiqueo, cuando me llegó a los oídos la conversación que mantenía la quiosquera con otro abuelo. «¡Lléveselo gratis, don Nosecuántos, de verdad!», le estaba diciendo. Y él: «¡Ay, ¿sí? ¿Tú crees?».
Me fijé en el objeto regalable: era el diario La Razón.
Me sorprendió.
«¿Regala el periódico?», pregunté a la buena moza.
Y me lo explicó. Por lo visto, el diario de Ansón incluye últimamente a modo de reclamo unos cochecitos de juguete que gustan mucho a los críos. Bastantes padres paran en el quiosco para llevárselos. ¡A sólo un euro! Pero a no pocos de ellos lo único que les interesa de la oferta es el cochecito. El periódico, no. Y lo dejan, porque no quieren cargar con él. La quiosquera no puede devolver esos ejemplares sobrantes, porque el distribuidor le pide los cochecitos correspondientes. Así que no le importa regalarlos.
Me pareció fascinante. Me acordé de lo que me dijo hace meses un alto empresario del mundo de la Prensa: «Ay, Javier, qué tiempos éstos en los que para colocar un periódico tienes que regalar un montón de espejitos y abalorios!». «¡Ni por ésas!», pensé para mí.
-Lo entiendo perfectamente -le dije a la simpática quiosquera-. Los cochecitos valen la pena. El periódico, en cambio...
Javier Ortiz. Apuntes del natural (9 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
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