Hablábamos ayer en la tertulia matinal de Radio Euskadi sobre el telefonazo de Aznar a Bush, y Francisco Letamendía, Ortzi, ex diputado abertzale y actual profesor de la Universidad del País Vasco, comentó que la iniciativa del ex presidente le recordaba a los alumnos acusicas que van al profe con el cuento de lo que tal o cual compañero de clase ha hecho o dejado de hacer. Horas después comprobé que Pepiño Blanco, secretario de Organización del PSOE, recurría a la misma comparación y llamaba a Aznar «chivato».
No está mal traído el símil, pero le veo un inconveniente: supone considerar compañeros de clase a Zapatero y Aznar. O, escapando de la literalidad de la comparación: da por hecho que Aznar tiene determinadas obligaciones de compañerismo que incumplió cuando llamó a George W. Bush para criticar a su sucesor.
Leo hoy que, aunque no quieran reconocerlo públicamente, algunos dirigentes del PP han admitido que también a ellos la llamada de Aznar a Bush les ha producido «malestar». Recuerdan -con razón- lo mal que su jefe encajó las gestiones de Zapatero en Marruecos tras la crisis del islote Perejil y cómo entonces Aznar acusó al secretario general del PSOE de «deslealtad».
Reflexionando sobre el fondo de estas críticas -incluidas las de Aznar a Zapatero cuando lo del peñazo de Perejil-, llego a la conclusión de que se basan en un sobreentendido: dan por hecho que los políticos españoles de la oposición tienen ciertos deberes que les obligan a moderar o incluso silenciar sus opciones particulares cuando se trata de política internacional. Deberes cuya naturaleza -está claro- sólo puede ser patriótica.
No me parece mal que se critique a Aznar por su conversación con Bush, mantenida además a iniciativa suya. Pero sostengo que esa crítica sólo vale en la medida en que acusa a Aznar de violar una obligación proclamada por él mismo y que él ha tratado de imponer a los demás. No porque me parezca digna de consideración la obligación en sí misma. O, por decirlo más claramente: creo que debe prevalecer la lealtad a las propias ideas por encima de las fronteras y de los supuestos «intereses nacionales».
En ese sentido -y sólo en ese sentido- me parecería perfectamente aceptable que Aznar se conchabara con Bush en contra de Zapatero. Pero primero debería hacer lo que acabo de hacer yo: renegar del patriotismo y proclamarse internacionalista.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de abril de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de mayo de 2017.
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