La frase se ha puesto de moda, a raíz del acuerdo sobre la autovía: «Es una cesión al chantaje de la violencia». Eso del «chantaje de la violencia» suena muy fuerte y muy rotundo. «El Gobierno no cederá al chantaje de la violencia», dijo González hace meses. Ahora se le reprocha no haber cumplido su palabra.
El problema es que esa palabra, como tantas en política, era huera.
González -el alto mando del PSOE, por no personalizar- está habituado a ceder al chantaje de la violencia. Y como ellos, la cuasi totalidad de los que integran eso que, con fina precisión sociológica, se llama ahora «la clase política». Recuerden ustedes -si tienen años y memoria para ello- los tiempos del ocaso del régimen franquista. La oposición formuló un programa para la ruptura democrática con la dictadura. Pero, mes tras mes, la mayoría de quienes habían fijado ese programa fueron abandonando sus exigencias. Su explicación era siempre la misma: «Es que eso no lo permitiría el Ejército». De tal guisa, concedieron al Ejército -a aquel Ejército, que había sido el guardián de una dictadura bañada en sangre- la capacidad de fijar los límites de la soberanía popular. Y ello, ¿con qué legitimidad? Pues muy sencillo: con la que nacía de su impresionante fuerza armada.
El mismo régimen político actual se configuró, pues, a partir de una gran, de una apabullante «cesión al chantaje de la violencia».
¿Se podía haber obrado de otra manera? Ellos, desde luego, no. Quien, como ellos, reivindica que la política es «el arte de lo posible», manifiesta su disposición a aceptar lo que haga falta, si no le encuentra mejor remedio. Fue lo que hizo nuestra «clase política» durante la transición. Tres cuartos de lo mismo tras el 23-F. Y es, a escala, lo mismo que ahora ha asumido el Gobierno, PNV-PSE mediantes, con respecto al conflicto de la autovía.
Cuando un político profesional dice «jamás haré tal cosa» caben tres opciones: o es que se trata de algo que no le interesa, o es un inconsciente, o miente. González dijo que nunca aceptaría un arreglo con HB sobre la autovía. La cosa no es saber por qué ha acabado aceptando ese acuerdo, sino por qué dijo entonces -¿mentira o inconsciencia?- aquella tontería.
Javier Ortiz. El Mundo (2 de mayo de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de mayo de 2012.
Comentar