Hace unos días, medios próximos al Gobierno insinuaron que tal vez no fuera posible proceder al relevo inmediato del director del Cesid, «a la vista del resultado de las elecciones vascas».
Admito que, de entrada, aquello me pareció como condicionar el culo a las témporas. «¿Y qué tendrá que ver?», me dije. Pero, tras pensarlo, yo mismo hube de contestarme que, si gente tan bien informada relacionaba ambos asuntos, será porque tienen relación. Aunque yo no la conozca.
Recordé lo sucedido cuando la campaña de protestas contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Entonces hubo quien presumió del «papel positivo» jugado por el Cesid, atribuyendo a los servicios secretos la autoría de la consigna «¡ETA no, vascos sí!». Una hermosa consigna, no lo niego -si bien dudosamente expresiva del sentir mayoritario del Ebro para abajo-, pero, en todo caso, ¿qué pintaba el Centro Superior de Investigaciones para la Defensa -es decir, el Ejército, a fin de cuentas- abasteciendo de consignas a los manifestantes? ¿Y por qué medios se las hacía llegar?
Anasagasti ha afirmado en repetidas ocasiones durante estos últimos días que hay una mano negra que asegura la financiación de organizaciones tales como «¡Basta ya!», el Foro de Ermua y la Fundación Miguel Ángel Blanco. (Por cierto que yo no le he oído decir nada de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que es la que más se ha enfadado con él).
En mi opinión, el portavoz del grupo parlamentario vasco ha cometido un error: no cabe hacer una afirmación así, a no ser que se cuente con las pruebas necesarias para respaldarla.
Lo que sí podría haber hecho -y a mí por lo menos me hubiera parecido muy puesto en razón- es reclamar que esas organizaciones aclaren con qué fuentes de financiación cuentan. Porque organizan viajes, pagan hoteles, alquilan autobuses, contratan locales... y nada de eso es ni mucho menos gratis. Y no cuentan con miembros multimillonarios, que se sepa.
Esa exigencia no tendría nada de especial: todas las asociaciones, sean del tipo que sean, están obligadas a contar con una contabilidad transparente. Se les asigna un equipo de expertos contables que revisen sus libros y adiós misterio. Si han recibido donaciones, no hay por qué hacer pública su procedencia: bastaría con que quedara claro que no han salido de las arcas del Estado, ni directa ni indirectamente.
La susceptibilidad del PNV es comprensible: las tres asociaciones mencionadas han dedicado lo esencial de su tiempo desde su nacimiento a atacar a los nacionalistas vascos. Y han contado con muchos medios para hacerlo. Es normal hacerse unas cuantas preguntas al respecto.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (28 de mayo de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de mayo de 2017.
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