Hay profesiones que se pueden ejercer sin titulación específica y otras que no. Es bueno que sea así. Si un pintor o un escritor lo hace de pena, con no comprarle el fruto de su trabajo, asunto concluido. El hecho de que pinte o escriba mal no supone ningún riesgo social. Pero si un inútil, un ignorante o un chalado construye un puente u opera a un enfermo, la puede hacer buena.
El caso de los políticos -sobre todo el de quienes ejercen responsabilidades de gobierno- es muy raro. Su labor tiene consecuencias de primera importancia para la ciudadanía. Sus equivocaciones pueden causar verdaderos estragos. Sin embargo, no se les exige el menor título de garantía para acceder al cargo. Me parece una grave imprudencia.
Digo yo que habría que cambiar este insatisfactorio estado de cosas. No reclamándoles que exhiban un título universitario -ninguno serviría para avalar su aptitud como gobernantes-, pero sí haciéndoles pasar, al menos, un par de exámenes. El primero no lo harían ellos, sino que se les haría. Sería de tipo psiquiátrico. Gracias a él, podríamos librarnos de contar con responsables políticos paranoicos, lo que ya representaría un gran avance. El segundo permitiría constatar qué tal andan de espíritu democrático, apego a las libertades y rigor intelectual.
De existir esta segunda prueba, no sé qué habría pasado cuando don Francisco Álvarez Cascos hubiera expresado al tribunal examinador esa teoría tan suya de que, en un buen partido político, los de arriba mandan y los de abajo obedecen, y chitón, y esa otra, también originalísima, de que cuando uno pasa de la oposición al Gobierno tiene que cambiar de ideas, porque así es la política.
Para mí que le habrían cateado.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de agosto de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 6 enero de 2013.
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