Nos contaba ayer un amigo una arenga de bar, de ésas que son frecuentes en las tascas madrileñas, que tantas veces sirven de ágora ateniense (o de Hyde Park londinense) a los mitineros aficionados que carecen de una tribuna en condiciones. El enardecido paisano alertaba a la parroquia sobre los peligros que corre España por culpa del nuevo ministro de Justicia, quien, según él, « va a poner en libertad a todos los presos etarras». Huelga decir que el hombre no aportaba ningún dato que respaldara su vaticinio. Se limitaba a formularlo. Eso sí, con mucho aplomo.
Una amiga aportó otro testimonio por el estilo. Nos relató el ardor con el que un menda que trabaja con ella se queja de los ataques que sufre Aznar por la posición que adoptó con respecto a la guerra de Irak, pese a que –dice– «él no mandó a ningún soldado a esa guerra». Lo más chocante es que, por lo que narraba nuestra amiga, nadie se le rió en las barbas. ¡Qué fantástica capacidad de olvido, la de tantos! Ya no recuerdan que uno de los puntos clave del programa electoral de Rodríguez Zapatero fue precisamente ése: traerse para casa a las tropas españolas destacadas en Irak.
Los agitadores de ese estilo actúan siguiendo mutatis mutandis una vieja máxima del periodismo cutre: «No dejes que la realidad te estropee un buen anatema». Es gente adoctrinada en escuelas muy populares, sustentadas por especialistas en monsergas tan rotundas, tan simplonas y tan falsas como ésas, del género «España se está rindiendo ante los terroristas», «Zapatero es el mejor aliado de ETA», «este Gobierno está provocando la balcanización de España», «a Zapatero lo hicieron presidente los terroristas»…
Esta última, inspirada en el singular pensamiento deductivo de Miguel Ángel Rodríguez –aquel mismo que cuando iba de reflexivo se oponía al cierre de Egin porque «las palabras no matan»–, retrata con perfecta precisión el espíritu que anima a la actual dirección del PP, a la vez que revela la consideración que le merecen los 11.026.163 votantes que convirtieron a Zapatero en presidente del Gobierno.
Qué duda cabe de que los mensajes de este estilo –maniqueos, simplistas, plagados de exageraciones disparatadas y de reducciones al absurdo– llegan con gran facilidad a quienes reciben con mucho más entusiasmo las emociones que las reflexiones, tanto más si fueron educados en la exaltación de los mitos de la Una, Grande y Libre, que han seguido anidando en no pocos reductos hogareños y sociales.
Que hay gente así, y que es bastante, resulta evidente. Ahora bien: ¿tanta como para otorgar la mayoría electoral a este PP de ahora, que no es el de 1996, ni siquiera el de 2000, cuando aún pretendía pasar por centrista?
De creer lo que dicen las encuestas sociológicas realizadas en los últimos años, no. Pero a saber.
Javier Ortiz. El Mundo (19 de febrero de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: El bando del simplismo. Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.
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