Cosa de Móner: una monería. ¡Queda tan como pulcro, tan como bien, tan como de Estado de Derecho! Ya tenemos procesado al ex ministro del Interior, a Pepe, al íntimo de Felipe González. El juez considera que hay indicios racionales que permiten acusarlo de delincuente. No de muy delincuente: de quince millones de delincuencia, en concreto. Una delincuencia nada terrorista, por lo demás, porque la jurisprudencia -en España mucho menos juris que prudente- impide calificar a los GAL de terroristas, por más que sus integrantes sembraran el terror entre cuantos Marey y García Goena pillaban de por medio.
Curiosa Justicia ésta, que considera imprescindible mantener en la cárcel a un coronel de tres al cuarto, acusado de quedarse con unos papeles secretos, que no afectan a la seguridad del Estado sino a la de quienes se han servido del Estado para sus fines particulares -salvo que todo sea lo mismo-, pero que deja en la calle a precio de saldo -Ferraz corre con los gastos- a quien está acusado de dirigir el abyecto secuestro de un pobre anciano ajeno a toda la historia.
Pero, bueno, esto es lo que tenemos. Y no nos quejemos mucho, que nos las hemos visto en peores. Al menos Barrionuevo ha sido inculpado. Albricias. Festejemos al santo del día, Francisco de Sales, patrón de los periodistas. El Cuarto Poder puede darse con un canto en los dientes.
De todos modos, a González eso no le concierne. Aunque el Tribunal Supremo diga que hay base suficiente para creer que el compañero Barrionuevo simultaneaba la pertenencia al Consejo de Ministros con su participación en una banda armada que secuestraba, mataba, ponía bombas y se llevaba la caja del Ministerio a casa. Al presidente del Consejo de Ministros eso no le concierne. Su «convicción profunda» le indica que Pepe es inocente. Él se fía de su fino olfato: ese mismo que le hizo saber desde el principio que Juan Guerra no había hecho nada, y Mariano Rubio tampoco, y Luis Roldán aún menos.
Y aunque Pepe acabara siendo declarado culpable y se volviera súbitamente José. González lo tendría claro: que mal ese ex Pepe, cuán amarga decepción.
Dice Aznar que no tiene claro que un eventual Gobierno del PP salido de las urnas del 3 de marzo debiera promover la creación de una comisión parlamentaria de investigación de los GAL. Considera prioritario pensar en el futuro.
Qué error. No hay buen futuro sin pasado en paz. Las almas en pena no descansan nunca.
Me pregunto si Aznar es tan ingenuo como para pensar que cabe volver la página de los GAL sin más, y a otra cosa. Si no será más bien que prefiere tener como jefe de la oposición en la próxima legislatura a un licenciado Vidriera, aterrorizado por la posibilidad de que él -¡precisamente él!- lo rompa en mil pedazos de un capón en cuanto quiera, en cuanto le venga bien, proclamando a los cuatro vientos los hechos -las responsabilidades penales- que vaya estableciendo de tapadillo. Si no será que quiere favorecer que frente a él se sitúe un González rehén, un González atrapado, al modo de aquel patético Fraga que el propio González promocionó al principio para jefe de la oposición, como seguro de vida propio.
No me extrañaría. Me niego a participar de la superficialidad de quienes confunden facilidad de palabra con astucia: sé que Aznar es capaz de ese retorcimiento. Y de bastantes más. El hombre que supo enjaular a todas las víboras que reptaban por las alturas del PP tiene que ser un experto en víboras. O el rey de las víboras.
Pero da igual que se manifieste así por inexcusable ingenuidad, por atolondrada ambición o por doblez astutísima. En cualquiera de los casos, lo que Aznar sugiere es inaceptable. No cabe dejar las responsabilidades políticas de González a beneficio de inventario. No basta con que lo condenen las urnas. No es suficiente con que la Justicia lo persiga por un camino que, a falta de la colaboración de Barrionuevo -el reo-candidato, el tonto de la lista-, difícilmente llegará a ninguna parte a corto plazo. Hace falta promover su incapacitación como político. Dejar clara su indignidad.
Aznar debe ayudar a ello. Para no ser cómplice del otro. Aunque eso beneficie a quienes ya estamos pensando en qué será lo mejor para tener a raya a su Gobierno.
Javier Ortiz. El Mundo (24 de enero de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de enero de 2012.
Comentar