Coja usted por banda a cualquier economista bien puesto que tenga a mano y pídale que le diga en qué va a acabar la actual crisis internacional. Le enumerará los muchos factores que influyen en la situación, le señalará los peligros en presencia... Pero, a nada prudente que sea, se cuidará muy mucho de formular un pronóstico medianamente tajante.
Nadie controla nunca por entero la materia de su especialidad. El horizonte del conocimiento es, sin duda, infinito. Así se hable de mecánica o de dibujo, de física cuántica o de ajedrez.
Hay disciplinas, no obstante, que, por la complejidad de su naturaleza misma, se muestran más resistentes al conocimiento humano. Ejemplo, la medicina. Aunque cada vez sepan más, los médicos continúan ignorando demasiado. Que nos lo cuenten a los mortales.
Pero lo de la macroeconomía es aún peor. No sólo porque resulten muchos y extraordinariamente variados los factores confluyentes en la determinación del rumbo final de los acontecimientos del ramo. También porque los economistas -su mayoría, al menos- están muy condicionados por su propio modo de encarar la realidad de los hechos. Por su ideología, quiero decir. No se limitan a analizar lo que pasa, cual entomólogo que observa curioso el deambular del insecto. Ellos quieren que ocurra esto o lo otro; están a favor de éste o de aquél; ruegan por que tales o cuales salgan bien librados, aunque se hundan en la miseria los demás... Buena parte de las veces no hacen pronósticos: expresan anhelos. En la práctica, están mucho más cerca de la política -y de los políticos- que de cualquier Ciencia.
Fíjense ustedes en los análisis que muchos de ellos están haciendo ahora mismo de la crisis rusa. Lo que más les importa, con diferencia, es cómo hallar el modo de evitar que Occidente se vea arrastrado por los líos de esa sórdida banda de ladrones que es la clase dirigente que nació tras el hundimiento de la URSS. No les importa nada que la maltratada población rusa esté en las últimas. De hecho, lo estaba ya hace un mes, y no decían ni pío. Tan igual les da que todas las fórmulas que se les ocurren para que el tinglado no se desmorone pasan por someter al pueblo ruso a privaciones más severas todavía.
Lo mismo puede decirse de los tigres de papel del Pacífico asiático. Los economistas cantaron las más encendidas loas a Indonesia, a Corea, a todos los Singapures. Qué países tan modélicos, cómo, cuánto crecían. ¿Que lo conseguían a costa de pagar salarios de miseria a su mano de obra? Un mal menor. Sólo han empezado a torcer el gesto cuando el modelo ha quebrado.
No pido a los economistas que se rijan por el criterio de que la riqueza debería ser repartida con equidad entre todos los países y entre todos sus ciudadanos. No soy tan ingenuo. Me limito a señalar que lo que presentan como Ciencia no es sino ideología. Pura y dura.
Javier Ortiz. El Mundo (29 de agosto de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de agosto de 2010.
Comentarios
Escrito por: .2010/08/31 19:12:8.496000 GMT+2
Escrito por: jesus cutillas.2010/09/02 00:45:8.942000 GMT+2
Escrito por: Rubén Rodríguez.2010/11/17 11:45:28.327000 GMT+1
Ortiz se fue para Jamaica el 28 de abril de 2009. Y nos dejó aquí tirados, con un porrón de artículos que no estaban en la web.
Y ahora nos dedicamos a eso: a honrar su memoria y a poner un artículo al día.
Vamos, como los plátanos pero en versión periodística.
Escrito por: PWJO.2010/11/17 23:56:24.818000 GMT+1