Se queja el canciller alemán, Gerhard Schröder, de que los pacifistas no nos manifestemos contra el terrorismo internacional. Creo que trata de insinuar que los pacifistas no estamos, en realidad, en contra del terrorismo.
Hay en la queja de Schröder, para empezar, una incongruencia lógica: es imposible ser pacifista y no estar en contra del terrorismo. Otra cosa es que el movimiento pacifista -como todo movimiento de masas- tenga algunas adherencias no deseadas. Es muy posible que haya quien camine junto a nosotros y simpatice con tal o cual organización terrorista. Pero, ¿con qué legitimidad puede formular queja alguna el señor Schröder, o cualquiera de sus amigos europeos y ultramarinos? Basta con ver las clamorosas ausencias que presenta el inventario de organizaciones terroristas que acaba de hacer público la Administración estadounidense para comprobar que el Gobierno de Bush no condena todas las formas de terrorismo, ni mucho menos. Tampoco lo hace el propio canciller alemán, que tiene excelentes relaciones con los gobiernos de Ankara y Tel Aviv, sin ir más lejos.
Yo no estoy por principio en contra de la violencia -creo que hay circunstancias en las que es inevitable-, pero sí del terrorismo, entendido en sentido estricto, es decir, como la violencia ejercida sobre una población determinada para aterrorizarla y forzarla a obrar en un sentido que no desea. Sin embargo, es cierto que no suelo escribir demasiado a menudo -escribir es mi forma principal de manifestarme- en contra de los movimientos terroristas que la opinión pública occidental ya condena sin apelación. No lo hago, pero no porque sea indiferente a sus actividades criminales, sino por mera economía de esfuerzos. Me escasea el tiempo para escribir, y aún más las tribunas de masas en las que publicar lo que escribo. En consecuencia, me centro en la crítica de aquello que creo que merece rechazo, pero la mayoría no denuncia, o incluso aprueba.
El movimiento pacifista hace lo mismo. ¿A qué gastar las fuerzas organizando minutos de silencio en memoria de las víctimas de las Torres Gemelas, si ya se encargan de ello todos los demás, incluidos los directivos de la FIFA? Es preferible concentrarlas en la denuncia de la guerra injusta desatada por el Gobierno de Washington y apoyada por todos sus cómplices de la mal llamada «comunidad internacional».
Eso sin contar con que, sumándose a las protestas organizadas por los que condenan unas modalidades de terrorismo pero no otras, uno corre el riesgo de encontrarse en muy malas compañías. Y de que contabilicen tu esfuerzo en el haber de una u otra gentuza. ¿Cómo voy a salir a la calle a protestar por un atentado de Hamas, si lo mismo me encuentro del brazo del embajador de Israel?
La verdad es estrictamente la contraria de lo que pretende Schröder. En el movimiento pacifista puede colarse gente indeseable. En el suyo, los indeseables son los propios organizadores.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de octubre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de junio de 2017.
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