«Hay dos tipos de gente: la que divide a la gente en dos tipos y la que no». Creo que el autor de la humorada fue el difunto doctor Laurence J. Peter.
Para mí que en la España de hoy hay dos bandos: el de quienes están empeñados en dividirnos en dos bandos y el de quienes no.
Me encontré el pasado sábado en unos grandes almacenes con Ramón, hermano de mi buen amigo Gervasio Guzmán.
Ramón, que es persona conocida -amén de previsora: estaba comprando un calentador de aire-, se caracteriza por su defensa pública y notoria de un ideario político que está en las antípodas del mío, kilómetro más o menos (o yo me caracterizo por asumir un ideario radicalmente opuesto al suyo, que es otro modo de ver la cosa).
Pese a lo cual, cuando nos vemos nos saludamos con simpatía. Nuestra mutua consideración se basa -creo yo- en que los dos damos por hecho que el otro piensa lo que piensa y hace lo que hace después de haberlo reflexionado en frío, ponderando pros y contras, y sin mayor gana de utilizar sus reflexiones como arma arrojadiza.
En cosa de nada nos encontramos hablando del actual clima de crispación política. Coincidimos de inmediato en la queja, si es que no en el diagnóstico: el escenario político de la Villa y Corte se está llenando de personajes que muestran unas ganas más que llamativas de liarse a bofetadas. Y lo que es peor: cuya popularidad se incrementa cuanto más obvio es su deseo de dar leña al de enfrente hasta que caiga de hinojos y pida perdón por existir.
Mientras nos lamentábamos de estas cosas -él con su caja de calentador de aire a los pies, yo sujetando en la mano, a modo de calavera hamletiana, un aparatito para quitar pelusas de la ropa-, a no mucha distancia de nosotros se estaba desarrollando una manifestación en la que, so pretexto de condenar la violencia, se exhibía un espíritu violento de mucho cuidado.
Cuando me enteré de lo que había ocurrido, me vino al recuerdo la conversación con Ramón.
Lo peor de los demagogos intransigentes no es lo que hacen, sino lo que incitan a hacer. Ellos no bajan a la calle a pegar a nadie, pero consiguen que muchos otros desvíen sus frustraciones por el canal de la agresividad política.
Me da miedo su empeño en dividirnos a todos en dos bandos: de un lado, ellos, con su nueva versión del «Dios, Patria, Rey»; del otro, los demás: la hez, la anti-España, los degenerados, los laicos, los moros, los maricones y todo el resto de la escoria.
Puestos a formar dos bandos, prefiero trazar otra línea divisoria. Sitúo de un lado a quienes hablan sin chillar, a quienes dejan a los demás expresarse, a quienes razonan y no insultan, a quienes hacen como si creyeran en la buena fe del oponente, más allá de lo que se barrunten.
A ésos, de un lado. Y del otro, a quienes se colocan ellos mismos enfrente, sea por gusto o por interés.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (25 de enero de 2005) y El Mundo (26 de enero de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 28 de diciembre de 2017.
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