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2006/11/20 07:00:00 GMT+1

Dos resoluciones

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha votado una resolución de condena del ataque israelí contra Beit Hanún, que entrañó el asesinato de 19 civiles. Por 156 votos a favor, siete en contra y siete abstenciones, la Asamblea exigió a Israel que cese sus acciones militares en la franja de Gaza, que retire sus tropas de la zona y que respete lo establecido en la Convención de Ginebra sobre trato a la población civil.

El Gobierno de Israel dejó bien claro de inmediato que no pensaba tomar ni siquiera en consideración las exigencias de la Asamblea General. Puede permitírselo, puesto que, como se sabe, las resoluciones de la Asamblea General, a diferencia de las del Consejo de Seguridad, no son vinculantes. No es que las autoridades israelíes tengan por costumbre hacer caso de lo que vota el Consejo de Seguridad, pero se entiende fácil que, si desdeñan lo que tiene categoría de vinculante, lo que no la tiene les es por completo indiferente. Por doble motivo en este caso, toda vez que la resolución votada por la Asamblea General había sido previamente rechazada en el Consejo de Seguridad por el veto de los Estados Unidos, que alegó que la moción respondía a «intereses políticos» (a diferencia de las que suele proponer la representación estadounidense, que son siempre totalmente apolíticas y desinteresadas).

El representante israelí en la ONU achacó la decisión a que «durante décadas Israel ha sido un blanco de la Asamblea General». Como si se tratara de una especie de extraña manía arbitraria o de fijación patológica que padecen nueve de cada diez estados del mundo entero.

El embajador de Tel Aviv calificó la reunión de la Asamblea General de «mascarada». En esto no puedo por menos que estar de acuerdo con él, sólo que por muy diferentes motivos. Llevar el asunto a la Asamblea General, sabiendo que había sido rechazado por el Consejo de Seguridad, no pasó de ser un intento ridículo de salvar la cara a un organismo cuya inutilidad para casos como éste es manifiesta. Que un solo Estado pueda imponer su voluntad por la vía del veto, reduciendo a la impotencia al resto del mundo, retrata muy bien la realidad internacional que padecemos.

No menos grotesco fue que los medios de comunicación occidentales –los españoles entre ellos– dieran la noticia de la condena de la Asamblea General como si esa regañina inútil e insustancial sirviera para algo.

No habían pasado ni 72 horas del voto de la Asamblea General y ya el Ejército israelí anunció que iba a atacar la residencia de un supuesto dirigente de los Comités de Resistencia Popular, situada en Beit Lahia, en la franja de Gaza. No pudo hacerlo esta vez, porque cientos de palestinos resolvieron proteger la casa, convirtiéndose en escudos humanos.

Esa resolución sí fue eficaz. No como la de la Asamblea General.

Javier Ortiz. El Mundo (20 de noviembre de 2006).

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/11/20 07:00:00 GMT+1
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