El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha aceptado que las comunidades autónomas tengan una representación directa, única y rotatoria, en los consejos de ministros de la UE en los que se aborden materias con más claras repercusiones para la gobernación territorial.
Se avanza así en una dirección hacia la que venían señalando desde hace tiempo los gobiernos de varias comunidades, incluyendo alguno del PP.
En su momento, cuando el Ejecutivo de Ibarretxe presentó esa reclamación, señalé hasta qué punto resultaba peregrina la idea aznariana según la cual acceder a algo así equivaldría a dejar vía libre al separatismo. Todo lo contrario: lo que se pedía es que la comunidad autónoma vasca tuviera un hueco dentro de la representación española ante la UE. Menos separatista, imposible.
La reivindicación vasca tenía un sentido práctico. Dos, mejor dicho.
Uno, y por poner un ejemplo: si se va a debatir en Bruselas sobre la costera de la anchoa, casi mejor que en la reunión esté presente alguien que conozca el asunto bien a fondo. (Lo cual, por supuesto, vale lo mismo para Andalucía y el aceite, para el País Valenciano y los cítricos, para Castilla-La Mancha y el girasol, etcétera.)
Segundo objetivo práctico al que apuntaba la reivindicación vasca (aunque éste de modo algo más oblicuo y con una finalidad más política): suponían sus autores que, en la medida en que la voz de Euskadi se vaya haciendo oír en los foros continentales, mejor podrán combatirse los tópicos existentes sobre «lo vasco» y más se facilitará la extensión de la idea de «la Europa de los pueblos».
Pero hay un punto del acuerdo alcanzado por el Gobierno de Zapatero y la representación de las CC. AA. que me resulta particularmente chocante. Han convenido que quienes vayan en nombre de las CC. AA. a las reuniones de la UE no actúen en defensa de su comunidad autónoma en particular, sino del conjunto de todas ellas, en general. Habrán de alcanzar acuerdos previos para acudir a esos encuentros con un punto de vista único.
Oído lo cual, mi pregunta es: entonces, ¿qué pinta la representación del Estado? ¿No se supone que el Gobierno del Estado acude a la UE para defender los intereses conjuntos de todas las comunidades autónomas? ¿O deberemos suponer que el Estado tiene intereses distintos al de la suma de las poblaciones de los territorios que lo integran?
A nada que se reflexiona sobre ello, resulta obvio que seguimos enredados en las viejas contradicciones puestas en marcha durante la Transición. Lo que tenemos aquí no es ni un Estado federal ni un Estado centralista, sino un Estado federal y centralista a la vez.
O sea, un engendro.
Pero de verdad que me alegro de que se entre por esa vía. Cuanto más evidentes se vuelvan las contradicciones, más acuciante se volverá la necesidad de encararlas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (3 de diciembre de 2004) y El Mundo (4 de diciembre de 2004), salvo las notas inferiores, las cuales únicamente se publicaron con el apunte. Hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 11 de julio de 2017.
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Nota 1.- Mi apunte de ayer sobre José Antonio Aguirre contenía un error de bulto, que varios lectores se han apresurado a señalarme: Aguirre no fue nunca presidente del EBB del PNV. Sólo el despiste producido por escribir mientras trataba de resolver un pequeño desastre informático desde la habitación de un hotel -en fin, cosas que suceden- explica que cometiera un error tan tonto, porque sé de sobra que el PNV siempre ha separado las funciones de dirección gubernamental y de partido. De hecho, se produjo un episodio curioso cuando Aguirre, elegido lehendakari, rechazó estar sometido formalmente a la disciplina del partido y los responsables del EBB le obligaron a hacer un juramento secreto ante la virgen de Begoña. Quizá algún día cuente esa historia, si viene al caso. Aguirre fue durante años y hasta su muerte la máxima autoridad moral dentro del PNV, pero no su presidente.
Otros lectores me han señalado otros presuntos errores del breve retrato que hice del primer lehendakari.
Alguno me ha dicho que nunca colaboró con los anarquistas. Según mis noticias, sí lo hizo. Tuvieron un cenetista en el organismo clandestino encargado de representar al Gobierno Vasco en el interior. Era, en concreto, un taxista de Donostia.
Otros me han señalado que su colaboración con los comunistas fue efímera. Pero, aparte de que yo no haya escrito que esa colaboración tuviera un carácter estable y permanente, tampoco me referí en exclusiva al Gobierno. Sus contactos con el PCE nunca se interrumpieron por completo.
Alguno más se ha extrañado de mis referencias a la colaboración de los Servicios del PNV con la CIA y me ha preguntado que de dónde me he sacado eso. Ahora no tengo tiempo de extenderme, pero créanme: es un asunto que está más que documentado. Y hasta novelado, como saben bien los lectores del extinto Vázquez Montalbán.
Nota 2.- Os regalo una frase tomada de un documental sobre Pierre Desproges, genial humorista francés fallecido a edad lamentablemente temprana: «El heroísmo es el único modo de llegar a ser célebre cuando se carece de talento».
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