Me intereso poco por la publicidad.
Ayer me decidí a prestar atención a los anuncios. Fue una experiencia terrible. Dantesca.
Hay una variedad que me pone de los nervios: los que te hacen una pregunta y prescinden olímpicamente de tu eventual respuesta.
Verbi gratia: te interrogan sobre qué prefieres, si cocer la pasta o enriquecerla con tal sopicaldo. Yo contesté que lo que suelo hacer es cocerla con un chorrito de aceite de oliva, porque ese sopicaldo no me gusta. La tía del anuncio no solo no me hizo ni caso, sino que encima parecía mearse de la risa.
En la radio también hay anuncios de esos. «¿Quieres obtener el diploma de técnico en prevención de riesgos?». «Desde luego que no», respondo. Pues como si nada: me sigue contando a dónde tengo que llamar para que me den el diploma. «¡Pero si te acabo de decir que no lo quiero!», me cabreo.
Si no les interesa mi respuesta, ¿para qué me preguntan?
Otro anuncio me cuenta que en no sé qué utilitario caben muy bien ocho personas. Y entonces el cochecito se para y se bajan cuatro embarazadas. ¿Pero qué bobada es ésa? ¿Qué quieren: vender coches o hacer chistecitos? Hay anuncios de coches que ni siquiera te dan cuenta de ninguna de las hipotéticas ventajas del modelo en cuestión. Uno se concentra exclusivamente en relatarte los celos de un pavisoso llamado Carlos que escribe su nombre a escape en el buzón del portal de su novia porque descubre que otro, que también tiene aspecto de alelado, va a convertirse en vecino de ella. Yo tengo un ligue que pone por su cuenta su nombre en mi buzón y le monto un pollo que se entera.
Pero lo más fascinante es la violenta irrupción del inglés en nuestra publicidad. Hago un breve recuento de anuncios, sin ningún ánimo exhaustivo: Be Inspired, Connecting People, Everyone's Invited, Digitally Yours, Pure Spirit, Keep Walking, Be Wild, Get The Lights, Celebrate The Moment, Elegance Is An Attitude, Ideas Generated-Walls Removed...
Y así, casi todo. Ad nauseam. Apenas quedan anuncios que no lleven una apostilla en inglés.
Utilizan un mecanismo psicológico elemental y muy transparente. Parten del convencimiento de que, para el español medio actual, el inglés es el idioma del éxito. Hablar inglés significa formar parte de la elite dirigente.
Luego, si tal o cual mercadería está dirigida en exclusiva a gente que sabe inglés, es que se trata, indudablemente, de un producto exclusivo de triunfadores.
O de aspirantes a triunfadores.
El francés es para refinados (Loulou? Oui, c'est moi). El inglés, para ejecutivos agresivos.
¿Y el castellano? Apenas sirve para nada. Solo para comunicarse.
¡Comunicarse! ¡Qué vulgaridad!
Javier Ortiz. El Mundo (11 de noviembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de marzo de 2013.
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