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1997/02/26 07:00:00 GMT+1

Disidencia militante

Escribía Eugenio Trías ayer, en este mismo diario, que las unanimidades le repugnan. Comparto plenamente su sentimiento. La unanimidad es siempre sospechosa, salvo que se discuta de meras simplezas, o que los opinantes sean muy pocos.

Progresa hoy en día a galope, aquí y en todo el mundo occidental, la exigencia de unanimidad en materias que son esenciales para el presente y el futuro colectivo. Tanto más importante es el asunto, tanta más presión se produce en favor de la unanimidad. Trías evoca, con razón, la avalancha mediática que se produjo durante la Guerra del Golfo: quien no dejaba sentado de antemano su fervorosísimo deseo de que el régimen de Sadam Husein se hundiera cuanto antes era señalado ipso facto como un bicho raro, probablemente nocivo para la sociedad.

Hace unos días hemos asistido a otro ejemplo bien patente de lo mismo: Aznar y Pujol denunciaron que un diario -se referían a El País, por más que no lo citaran por su nombre- estaba poniendo en peligro «los intereses de España» al publicar algunos artículos poco halagüeños sobre el acceso de este país a la moneda única. Dejemos de lado los intereses que movieran al periódico de Polanco a publicar tales artículos. No me hago muchas ilusiones sobre el particular, desde luego. Pero, dicho eso, añadiré que el poder político no tiene ningún derecho a apelar a «los intereses de España» para condicionar la línea editorial de un medio de comunicación. El País se apresuró a protestar alegando que, para favorables a la moneda única y a Maastricht, ellos. ¿Y qué, si no lo fueran? Yo no lo soy. ¿Habré de callar, en nombre de los altos «intereses de España»?

En el inventario del pensamiento único español, la moneda única ocupa un lugar de primera. Pero no lo monopoliza. Por desgracia, hay muchos otros dogmas de fe: es necesario resignarse al proceso de globalización de la economía; hay que rendir culto a las leyes del mercado, por puras y duras que sean; hay que dar por evidente la superioridad del individualismo; la labor solidaria no es problema del Estado, sino de las simpáticas ONG... Y un largo etcétera.

Evoca Eugenio Trías la pelea de las plataformas digitales y pide a «pensadores, escritores, literatos y periodistas» que no militaricen sus inteligencias y voluntades entrando en esa guerra. Pero el pensamiento único está muy por encima de las pendencias sobre la TV de pago. Ese rifirrafe es para decidir quién, no qué. El fondo ideológico de la televisión está ya decidido, venza quien venza. Sobre eso hay también unanimidad. Otra unanimidad más.

El verbo militar vale tanto para el guerrero como para el militante. No comparto el llamamiento de Trías al desarme ideológico. Al contrario: creo que hay que entrar en guerra cerrada contra la invasión del pensamiento único, tan amable en las apariencias como implacable en su determinación de conquista.

Es hora de atrincherarse detrás del derecho a disentir.

Javier Ortiz. El Mundo (26 de febrero de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de marzo de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/02/26 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: telefónica disidencia jor el_mundo 1997 irak preantología prisa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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