Primero las diferencias.
Anteayer, un militante palestino, al parecer miembro de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, hizo estallar en la puerta de una estación de ferrocarril la bomba que llevaba adherida al cuerpo. Murió él, mató a un soldado israelí e hirió a varias personas más.
Todos los medios de comunicación se apresuraron a dar la noticia y señalaron que representa un golpe tremendo para las perspectivas de paz, reforzadas -según ellos- tras el acuerdo entre Yasir Arafat y Abu Mazen.
También anteayer, los integrantes de un pelotón de soldados israelíes dispararon contra un grupo de jóvenes palestinos que les tiraban piedras. Mataron a dos e hirieron a cinco más.
Esta noticia no tuvo ningún tratamiento especial. De hecho, hubo medios que ni siquiera la mencionaron. Otros la incluyeron brevemente -sólo un par de líneas, literalmente, en un importante diario digital (nota de edición: El País, según el apunte de Javier en su diario; El Mundo no lo cita)- al final de la noticia que les parecía realmente importante: la muerte de un soldado israelí. Que asesinen a dos estudiantes palestinos no pone en peligro nada. Que caiga un soldado israelí pone en cuestión todo.
Los muertos palestinos son ceros a la izquierda. Los israelíes, ceros a la derecha.
Ahora las equidistancias.
Poco importa que las supuestas perspectivas de paz en Palestina promovidas por Washington partan de la más bochornosa transigencia frente a todos los abusos cometidos por el Estado de Israel. Poco importa que la Autoridad Palestina haya cedido y cedido una y otra vez en la reclamación de aquello a lo que tiene derecho, reconocido internacionalmente, y que el Gobierno de Sharon haya aumentado -también una y otra vez- el nivel de sus exigencias, despreciando todas y cada una de las resoluciones de las Naciones Unidas. Poco importa.
Nada de eso impide a los medios de comunicación occidentales calificar del mismo modo a todos los que rechazan ese acuerdo, sea abiertamente o en la práctica, sea cargados de razones o sea por puro maximalismo expansionista. Los llaman «los integristas de uno y otro bando», como si todos fueran lo mismo. Como si la fría crueldad del agresor, convenientemente financiada y ampliamente pertrechada por la única superpotencia que queda en el mundo, mereciera el mismo análisis y la misma consideración que la ciega desesperación de quienes han sido despojados de lo muy poco que tenían.
Se les trata igual cuando interesa difuminar la diferencia abismal que hay entre el agresor y el agredido. Por el contrario, se concede gran importancia a los unos y se menosprecia desdeñosamente a los otros cuando se contabilizan las víctimas de esta guerra.
Así, la gran mayoría de los medios de comunicación de masas se convierten en un instrumento más de la agresión sionista. Por mucho que se finjan «equidistantes».
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (25 de abril de 2003) y El Mundo (26 de abril de 2003). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 10 de abril de 2017.
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