Sí, como las Sixteen Tons de la canción de Merle Travis, aunque éstas no extraídas con dolor y sangre de las minas de carbón del Kentucky de los años 50, sino donadas generosamente por el Estado español y enviadas por vía aérea desde Torrejón hasta Louisiana para auxiliar al desamparado pueblo de Nueva Orleans.
Confieso mi perplejidad. Mis perplejidades.
Me deja realmente perplejo, por ejemplo, con qué unanimidad las más altas personalidades políticas de Estados Unidos, desde el expresidente Bill Clinton hasta el presidente en teórico ejercicio, George W. Bush, afirman que habrá que investigar cómo ha podido producirse esta catástrofe, pero que «no es todavía el momento» de hacerlo, porque «ahora la prioridad es auxiliar a las víctimas».Como si todos los representantes del Congreso y el Senado de EE.UU. se hubieran calzado las botas de agua y estuvieran pala en mano quitando el barro de las calles de la ciudad natal de Louis Armstrong. ¿Qué necesidad hay de elegir entre rescatar e investigar? Los que trabajan en las tareas de ayuda pueden seguir haciéndolo, sin que nadie les importune, y, a la vez, los políticos pueden comenzar a analizar las razones de la catástrofe, mejor hoy que mañana y con idéntica dedicación.
Pero es todavía mayor la perplejidad en que me sume la noticia de que no sólo España, sino la práctica totalidad de los estados miembros de la Unión Europea, han acordado enviar ayuda a los EE.UU. Algunos han empezado ya a hacerlo. Mandan víveres, tiendas de campaña, bombas de agua, medicinas...
Mi pregunta es sencillísima: ¿carece EE.UU. de algo de eso? Sus Fuerzas Armadas -capaces, según Bush, de mantener simultáneamente dos grandes guerras a muchos miles de kilómetros de distancia- se han quedado hasta tal punto carentes de pertrechos que han de pedir prestadas tiendas de campaña al Ejército español? Su industria alimentaria, que exporta a todo el mundo, ¿tiene tan vacíos sus almacenes que no les queda más remedio que solicitar a España, Francia, Italia, Alemania o Suecia que les envíen raciones de comida? ¿No cuentan sus impresionantes multinacionales farmacéuticas con stocks que quepa dirigir con urgencia a Luisiana?
Por resumir todas las preguntas en una sola: ¿qué narices hace el país más rico del mundo pidiendo limosna? ¿O será tal vez que el Gobierno de Washington se prohíbe recurrir a los bienes de las multinacionales norteamericanas porque son propiedad privada, y la propiedad privada es sagrada?
Lo digo con total sinceridad: si la noticia hubiera sido difundida el 28 de diciembre, no habría tenido la más mínima duda de que se trataba de una inocentada.
Aunque tal vez lo sea, en cierto modo. Porque cualquiera no se gasta 350.000 euros, como está haciendo la Agencia Española de Cooperación Internacional, para echar una mano al Tío Gilito.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (7 de septiembre de 2005) y El Mundo (8 de septiembre de 2005), salvo la nota inferior, publicada únicamente con el apunte. Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 31 de julio de 2017.
(*) ¿Recordáis la hiperoptimista canción de Armstrong What A Wonderful World! («¡Qué mundo tan maravilloso!»)? Solían ponerla mucho como música de ambiente en el aeropuerto de Nueva Orleans, que lleva el nombre del inolvidable jazzman. Supongo que en estos días habrán prescindido de ella.
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