Los Verdes alemanes -Die Grünen- deberían ir pensándose el cambio de nombre. Ya no están verdes. Están pasados.
Ayer se dieron otro batacazo electoral.
A la marcha que llevan, cualquier día de éstos se convierten en extraparlamentarios.
Es verdad: nada más patético que alguien que renuncia a su integridad, se decide a venderse... y nadie lo compra. O tiene que acudir a las rebajas.
Cuando uno se mantiene en sus trece sabiendo que la inmensa mayoría de la población considera que los 13 dan mala suerte, se queda en extraparlamentario. Claro que sí. Y a mucha honra. Pero cuando elige número después de mirar las preferencias masivas indicadas por los análisis demoscópicos y no logra ni el reintegro... bueno, casi mejor si se dedicara a otra cosa.
A quienes defendieron dentro de Die Grünen la fidelidad a los postulados iniciales de la organización los llamaron de todo: ayatolas, fundamentalistas, integristas... La mayoría prefería limpiarse el trasero con los principios si de ese modo llegaban a ser algo. Me da que no querían tanto ser algo como alguien. Un par se hicieron ministros. Unos cuantos más, consejeros de länder y cosas de ese estilo.
Roma sí paga a los traidores, pero se cansa pronto de tirar el dinero.
Aquí Cristina Almeida está cerca del olvido. En Alemania, Die Grünen van camino del pudridero. Y con la cabeza bien baja, todos ellos.
A eso le llaman realismo. Y probablemente tienen razón: en regímenes de mierda, la mierda es lo más real que hay.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (26 de marzo de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de mayo de 2017.
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