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2004/06/29 06:00:00 GMT+2

Dichos contra hechos

En las cumbres de la política, la distancia entre los dichos y los hechos suele ser grande. A veces incluso muy grande.

Pero lo de Irak supera todos los límites. Porque en todo lo relacionado con ese conflicto, las palabras al uso no es ya que estén distantes de los hechos, sino que acostumbran a ser su negación directa. Tanto, que dejan de ser útiles incluso para los fines que en principio cabría atribuirles: pierden su capacidad de disfrazar la realidad.

Tomemos la ceremonia del traspaso de poderes realizada ayer, cuando el administrador de Washington, Paul Bremer, le pasó los papeles al primer ministro iraquí, Ayad Alaui, y salió como si se lo llevaran los demonios (tal vez se lo llevaban). Según los integrantes del nuevo Gobierno de Bagdad, el adelantamiento y el secretismo de la ceremonia representaron «un éxito» porque «cogieron por sorpresa a los terroristas». ¿Qué clase de éxito puede reclamar un Gobierno que se ve obligado a obrar a escondidas?

Horas después, Bush afirmaba que había sido «un gran día para el pueblo de Irak». A esas mismas horas, el pueblo de Irak acogía la noticia como si no fuera con él. Nadie celebró nada.

Hablan de «traspaso de poderes». Estamos en las mismas. ¿Qué poderes? No hay ni un solo resorte de poder digno de ese nombre que no siga mediatizado o controlado directamente por EEUU. Empezando por el principal: la fuerza armada. Es bien sabido que quien tiene las armas tiene el Poder, y Washington no sólo tiene las armas -y a los 140.000 soldados que las llevan-, sino que se reserva el derecho a decidir qué hace con ellas en todo momento. A las nuevas autoridades les está vedado incluso injerirse en las actividades no ya sólo de los militares estadounidenses, sino hasta en las de los contratistas llegados desde el Imperio. No pueden meterse en sus asuntos incluso aunque se trate de asuntos delictivos: gozan de inmunidad.

Cada ámbito de poder cuyo control dicen haber «traspasado» al nuevo Gobierno de Bagdad lleva aneja alguna condición o algún requisito que hace que, en el nada probable caso de que sus protegidos quisieran obrar por libre, Washington podría devolverlos al redil por la vía rápida. Antes de irse, y para rematar la faena, Bremer ha dejado firmados un conjunto de decretos que tienen rango de normas constitucionales provisionales, razón por la cual el Ejecutivo (?) de Ayad Alaui no puede ni rectificarlos ni contravenirlos. Además, cada organismo de cierto peso de la nueva Administración va a contar con un asesor norteamericano que se encargará de vigilar el día a día de sus actividades.

Estamos ante una gran farsa representada por los poderosos de la Tierra. Todos, desde Bush hasta Chirac, desde Schröder hasta Blair, desde Berlusconi hasta Putin -pasando por Kofi Annan, cuando hace falta-, montan sus números, sus declaraciones, sus cumbres y sus resoluciones para hacer como si les importaran las normas del Derecho internacional. En el fondo, lo único que pretenden es fijar sus equilibrios de poder. Entre ellos.

Pero el problema es Irak. Y en Irak todo sigue igual.

Allí, frente a la cruda realidad, de nada sirven las farsas.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/29 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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