Una señora entra en una Comisaría y se dirige al policía más jefe que ve por allí.
-Buenos días.
-Buenas tardes.
-Que vengo a denunciar un asesinato.
-¿Y por qué?
-¿Cómo que por qué?
-Sí, que qué intención persigue denunciándolo.
-Pues que se sepa y castiguen al asesino.
-¿Y no será más bien que tiene usted algo contra él? Es la mar de sospechoso que quiera usted que se le castigue. No está bien que la gente quiera castigar a los demás.
-Pero, si es criminal, ¿cómo no voy a tener algo contra él?
-Ya. Me parece que lo que usted quiere es que yo me dedique a perseguir a ese supuesto criminal para distraer mi atención y que no persiga a algún otro criminal que es amigo suyo. ¿Cuándo ocurrió ese crimen que dice usted?
-Hace diez años.
-¡No te digo! ¿Y por qué no lo denunció antes?
-Lo hice. Lo que pasa es que ahora han aparecido más pruebas.
-Yo no recuerdo que usted hiciera eso. Es más: me parece recordar lo contrario.
-Pero si usted no me conoce.
-Razón de más. Eso demuestra que lo pienso imparcialmente, sin ningún interés personal. ¡Venir ahora con una historia de hace diez años! Está claro que usted no tiene interés en los crímenes que se cometen ahora mismo. Pero, dígame, ¿quién se supone que es el asesino?
-Don Fulano Marrano.
-¡Don Fulano! ¡Pero si don Fulano es mi amigo!
-Pues ha cometido un crimen. Tengo las pruebas.
-Conque tiene las pruebas, ¿eh? ¿Y de dónde las ha sacado? ¿Qué hace una señora normal teniendo pruebas? Le voy a decir una cosa: esas pruebas fueron robadas. ¡Y ahora las tiene usted! ¡Se está poniendo en evidencia! ¡Esto es una conspiración!
-Pero, oiga, si sabía usted que hay pruebas, ¿por qué no ha hecho nada todavía contra don Fulano? ¿Cómo puede ser su amigo?
-¡Cada cosa a su tiempo! Yo soy partidario de que se sepa toda la verdad caiga quien caiga y de que se castigue el crimen venga de donde venga, pero ahora prefiero hablar de usted. Usted es una mujer muy rara, y no me creo en absoluto que tenga unas intenciones tan impolutas como las mías. Nuestra sociedad debe protegerse de gente como usted, que va por la vida denunciando crímenes dudosos, cuando seguro que tiene muchísimo que ocultar, que maneja pruebas robadas y que además admite que tiene manía a don Fulano. ¡Lo suyo es una vergüenza!
-Bueno: llevamos hablando la tira y aún no se ha interesado usted por el crimen. ¿Sabe lo que le digo? Que es usted un jetas y que sólo quiere proteger a don Fulano.
-¡Pero qué dice! ¡Váyase ahora mismo de mi vista, o la detengo!
-¡Buenos días!
-¡Buenas tardes!
Javier Ortiz. El Mundo (18 de diciembre de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de diciembre de 2011.
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