-Buenos días.
-Buenas tardes.
-Buenas noches.
-Que venía para exigirle que me entregue el informe sobre dónde tiene las armas de destrucción masiva.
-¡Pero si ya le he dicho que mi Ejército no cuenta con armas de destrucción masiva! No puedo entregarle un informe sobre algo que no existe.
-Pues yo tengo una resolución de la ONU que dice que usted me tiene que dar un informe sobre dónde tiene las armas de destrucción masiva. De modo que, si no me lo da, estará desobedeciendo a las Naciones Unidas.
-Yo he entregado el informe que me pidieron, pero no puse dónde tengo las armas de destrucción masiva porque no tengo armas de destrucción masiva.
-Oh, por Dios, no me venga con ésas. Usted cuenta con armas de destrucción masiva. Claro que las tiene.
-¿Y cómo lo sabe?
-Porque tenemos informes que lo dicen.
-Informes ¿de quién?
-Nuestros. Comprenderá que, siendo nuestros, nos merecen total confianza.
-¿Y no dicen sus informes dónde las fabricamos, y dónde las almacenamos?
-No. Precisamente eso es lo que le estamos exigiendo que nos revele, pero usted se niega. Lo cual es gravísimo.
-Pero, si no es que me niegue; es que...
-No me repita que no tiene armas de ésas, porque hace un momento ha reconocido que sí. Usted me ha preguntado si nuestros informes aclaran dónde están. ¡No podríamos saber dónde están si usted no las tuviera! En consecuencia, ha admitido que las tiene.
-¡Pero, no, hombre, no! ¡Lo mío era sólo una pregunta retórica!
-¿Retórica? No sé qué es eso. Pero conozco las armas clóricas. Supongo que será algo por el estilo. Bien, nos vamos acercando. ¿Dónde almacenan las armas retóricas?
-¡Por todos los santos! ¡Está loco!
-De eso nada. Estoy aquí para que me dé los informes que le hemos reclamado, y eso es totalmente razonable. Me manda la ONU, que es la institución mundial más razonable... después de la Casa Blanca, claro, y del Pentágono, y de la CIA, y del FBI, y de la OTAN, y de los rangers de Texas, y de la Guardia Nacional, y de la CNN y del Billboard. Y de la Academia de Hollywood. Y de Disneyworld. Bueno, ya me entiende. Es muy importante, en todo caso.
-Pero, ¿cómo pueden saber todos ustedes tan a ciencia cierta que nosotros tenemos esas armas si los inspectores de la ONU lo han inspeccionado todo y no han encontrado nada? ¿Cómo pueden estar tan seguros de que existen si nadie las ha visto nunca?
-Perdone: verlas, sí que las vimos. Se las entregamos nosotros mismos cuando su guerra contra Irán.
-Pero eso fue hace la tira... Y esas armas estarían caducadas... (Y, tras una pausa: ) ¡Por cierto: ¿me está admitiendo que usted sí que tiene armas de destrucción masiva, y que se dedica a entregarlas a Estados en conflicto?!
-No estamos aquí para hablar de mí, sino de usted. Y usted está empleando todo tipo de tácticas de distracción. De hecho, hace ya un buen rato que estoy bastante distraído. Utiliza usted técnicas envolventes heredadas de los viejos regímenes comunistas. ¡No permitiré que me lave el cerebro!
-¿Quiere mantenerlo sucio?
-¿Eh? ¿De qué habla? Yo no tengo el cerebro sucio. Ni lavado. Lo tengo... En fin, es igual. Dejemos eso. Dejémoslo todo. Me voy a informar de que no me informa, y quede con Dios.
-Será con Alá.
-Bueno, pues quédese usted con Alá, y yo me voy con Dios.
-Pues que les vaya bien a los dos.
-¡Blasfemo!
-¡Capullo!
-¡Buenos días!
-¡Buenas tardes!
-¡Buenas noches!
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (19 de diciembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.
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