-¿Y quieres que pierda España, aunque sea frente a Estados Unidos?
Era ayer por la mañana y mi buen amigo Gervasio Guzmán es que ni se lo creía.
-Sí -le contesté-. Y, además, si venciera Carles Moyà, no ganaría «España» frente a «Estados Unidos». No tienes más que ver cómo viste, cómo se mueve, su modo de hablar, para comprobar que ese mocetón es un producto típicamente colonial. Está colonizado hasta la médula. Tendrá el pasaporte que sea, pero es estadounidense en cuerpo y alma.
No es que ese aspecto de la cuestión me importara gran cosa, pero tampoco quería dejarlo pasar por alto, más que nada por señalar las contradicciones de eso que el profesor Aznar, de la Universidad de Georgetown, llama «el antiamericanismo primario».
De todos modos, mi afán derrotista no iba por el lado del hecho diferencial español. Mi problema es que acababa de contemplar las anonadantes consecuencias de la victoria de la Selección Española de Fútbol-Sala en el Campeonato del Mundo de la especialidad y tenía un perfecto hartazgo de patriotería autosatisfecha. Me veía venir una segunda ración de lo mismo, corregida y aumentada.
Que es lo que acabó viniéndome pocas horas después por tierra, mar y aire, o sea, por prensa electrónica, radio y televisión.
Cada vez soporto peor la naturalidad con que se lleva por estas tierras de España la doble moral del internacionalismo verbal y la patriotería visceral. Todo el mundo se declara «ciudadano del mundo» en cuanto se topa con un nacionalismo que no es el suyo, pero, así que le dan la ocasión, se inflama de amores patrios y blande banderas cual poseso.
Según una encuesta que publica hoy El Mundo, el 75% de los ciudadanos españoles considera que Cataluña es parte «esencial e inseparable» de España. Hay gente que es la monda. No quiere saber nada de Cataluña, tiene un paquete de aquí te espero a los catalanes, tuerce el gesto si oye hablar en catalán... pero no acepta la idea de que Cataluña pudiera dedicarse a lo suyo por su cuenta. Aunque también es cierto que hay toneladas de gente que opina tan sólo después de enterarse de qué es lo que se supone que debe opinar.
-¿Te lo tomarías igual si fuera el equipo de Euskadi? -me objeta Gervasio en plan malicioso.
-Acuérdate -le respondo- cómo dije en su momento que no quería que el equipo de mi pueblo, la Real Sociedad, ganara la Liga. Las exhibiciones de petulancia colectiva me disgustan. Todas.
Pero admito que, si llevo mal todos los nacionalismos, en general, llevo peor el nacionalismo español, en concreto. Y ello por dos razones: una de principios; la otra práctica y tirando a funcional.
La de principios: el nacionalismo español es impositivo. La encuesta que publica El Mundo -aunque me la crea de aquella manera, conociendo cómo se hacen estas encuestas- lo deja claro: la mayoría considera que vascos y catalanes deben ser españoles aunque no quieran, por narices.
La práctica: el nacionalismo español es el que me afecta más, porque paso la mayor parte de mi vida rodeado de quienes lo exhiben.
Alguna vez lo he escrito: si paso un cierto tiempo en Euskadi, en seguida empiezo a mosquearme con el nacionalismo primario vasco, con todo su acompañamiento ritual de «no hay sitio en el mundo más bonito que Donosti», «como se come aquí no se come en ningún lado», «dónde vas a encontrar una calidad de vida como la nuestra», «los vascos es que somos muy sencillos y muy trabajadores», etcétera, etcétera. Pero ahí está la cosa: que no suelo pasar mucho tiempo por allí, sino por las tierras en donde, así que te descuidas, te dicen eso de «español, un orgullo; madrileño, un título», «España, ¡casi ná!», «de Madrid al cielo», «la española cuando besa es que besa de verdad» y chorradas por el estilo. Lo cual me sulfura hasta extremos que cualquier día van a requerir tratamiento médico.
Por resumir: yo es que me llevo mejor con los perdedores.
Nota de régimen interno.- Observaréis que se ha producido un notable descenso en el número diario de visitantes de esta página. Como cuando se registra un ascenso importante lo comento, me parece de rigor tomar igual nota de lo contrario. ¿Razones posibles? 1ª) El 1 de diciembre hubo un problema de conexión que provocó un fuerte descenso de las visitas contabilizadas, lo que afectó notablemente a la cifra media; 2ª) En seguida nos ha venido este macropuente, que ha alejado a bastante gente de los ordenadores desde los que conecta habitualmente; y 3ª (y nada descartable): puede que las cosas que cuento vayan interesando menos.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (6 de diciembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de julio de 2017.
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