Se acaba de descubrir un curioso sistema de justificar a quienes mantienen -o protagonizan- posiciones políticas reaccionarias.
-Oiga, usted no tiene derecho a decir que Javier Solana se ha vuelto un carca de tomo y lomo, porque cuando Solana levantaba el puño contra la OTAN, usted no estaba en las mismas.
Me da a mí que lo lógico sería examinar si la OTAN es un tinglado que beneficia o perjudica a la Humanidad y, a partir de eso, sacar conclusiones. Porque si la OTAN es un engendro peligroso, Solana merecerá que se le ponga a parir, y lo de menos será que lo haga Agamenón o su porquero.
Con Felipe González pasa tres cuartos de lo mismo:
-¿Y con qué títulos se atreve usted a denunciar las tendencias autocráticas del presidente del Gobierno? ¡Cómo se nota que usted no sufrió persecución durante la dictadura franquista!
Pero ¿da muestra González de esas tendencias o no? Y si las da, ¿no es una necesidad criticarlas con dureza?
Lo más curioso del asunto es que los que argumentan así ocultan un dato fundamental: que ni Solana ni González, ni la gran mayoría de los dirigentes felipistas, se distinguieron por la radicalidad de su militancia antifranquista. Seguro que en el fondo de su corazón estaban muy en contra de la dictadura, pero tuvieron la prudencia de no transformar sus sentimientos en resistencia política práctica. Sólo los sacaban a relucir en charlitas de café y paseos por Europa, con lo que consiguieron escapar de la tortura y la cárcel. Una habilidad notable, sin duda, pero no demasiado heroica. Y, en todo caso, nada que les autorice a ponerse muy estrictos con las biografías de los demás.
No digo yo que los argumentos ad hominem y las alusiones a las trayectorias personales no vengan a cuento jamás. A veces lo del «quién te ha visto y quién te ve» resulta de lo más pertinente. Pero ese tipo de consideraciones nunca pueden suplir el análisis concreto de los argumentos que están sobre el tapete.
Por lo demás, el exacto recuerdo de los sufrimientos que causó la dictadura franquista -y sé de qué hablo- da una razón más para denostar a González y Solana.
A González, porque ofende a la memoria de los combatientes por la libertad que su Gobierno haya enlodado la democracia asociándola con el crimen de Estado y la corrupción.
Y a Solana, porque la memoria fiel nos obliga a recordar que la OTAN -en cuyo alto mando se sentaban hace 25 años el Portugal de Salazar y la dictadura turca- no movió ni un dedo en favor de quiénes eran torturados y padecían cárcel en España por luchar por la libertad.
No hace ninguna falta haber sido antifranquista para descubrir qué clase de gente es ésta. Pero haberlo sido -y seguir siéndolo todavía- ayuda bastante a percibirlo.
Hasta por el olor.
Javier Ortiz. El Mundo (9 de diciembre de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de diciembre de 2012.
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