Sostiene George W. Bush (y Colin Powell, y Tony Blair, y José María Aznar... o sea, y por resumir: sostiene Bush) que es Sadam Husein quien tiene el destino en sus manos. Él debe decidir si habrá o no habrá guerra.
Si hace lo que tiene que hacer -lo que se le exige que haga-, no la habrá. Y si no lo hace, la habrá.
De lo cual deduce Bush -y Colin Powell, y Tony Blair, y José María Aznar... es decir, y por abreviar: deduce Bush- que el único responsable de lo que finalmente suceda será Sadam.
Si hay guerra, la culpa será de Sadam. Y si la aviación de los EUA bombardea a la población civil de Irak, y si hay decenas, cientos o miles de muertos -o decenas, o cientos, o miles de miles de muertos-, la culpa será de Sadam. Y si los heridos no pueden ser atendidos porque los hospitales también han sido bombardeados e incluso destruidos, la culpa será de Sadam. Y si el bloqueo impide que en Irak haya medicinas y alimentos, y si la población pasa las de Caín, la culpa será de Sadam.
Por decirlo más claramente: para Bush, sus exigencias constituyen un dato fijo de la realidad. No tiene sentido discutir sobre ellas. Como no se discute si el sol sale por las mañanas y se pone cuando cae la noche. No pregunten ustedes por qué el régimen de Sadam Husein tiene que cumplir condiciones que valen para él y sólo para él. Condiciones que hasta el régimen gamberro norcoreano puede pasarse por la entrepierna. Es así porque es así, y ya está: lo dice Bush, y amén, punto redondo.
Discutan ustedes, si quieren, sobre aquello que admite variación: sobre la renuncia de Sadam, o sobre su exilio, o sobre su suicidio. No sobre la determinación de los Estados Unidos de América de arrasar Irak si no se cumple su santa voluntad.
Quizá haya quienes se sientan sorprendidos por la aceptación general que parece tener tan singular lógica. A mí, en tanto que vasco, no me coge para nada de nuevas.
Llevo cuatro décadas oyendo razonar de ese modo. Contemplando cómo dos bandos se toman por parte sustancial e inmutable de la realidad y cómo dan por sobreentendido que todo cuanto de malo sucede es forzosamente culpa del otro. Aunque acaben de realizarlo ellos mismos. Porque, si lo han hecho -sea lo que sea-, es porque el otro no les ha dejado otra salida. Porque el otro no ha modificado sus posiciones, que constituían la única parte de la realidad susceptible de cambio.
Desengáñense ustedes: hay muchos más Bush de lo que parece. En todas partes.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (28 de enero de 2003) y El Mundo (29 de enero de 2003). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.
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