La Fiscalía del Estado y el Ministerio del Interior han mostrado su oposición a la decisión del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria que ha concecido un permiso de cuatro días a Luis Roldán. También ha habido profusión de declaraciones políticas en contra de la resolución judicial.
Son la misma Fiscalía, el mismo Ministerio y los mismos dirigentes políticos que apoyaron con entusiasmo el indulto de José Barrionuevo y Rafael Vera.
Comprendo que estamos en una sociedad capitalista y que nuestro Gobierno tiene una particular sensibilidad para los delitos económicos, como revela el hecho de que la quema de un cajero automático pueda suponer más cárcel que el asesinato de la propia madre. Y es verdad que Luis Roldán se llevó más dinero que Barrionuevo y Vera. Que se sepa. Pero Roldán, según todas las trazas, no fue jefe de una banda de secuestradores, torturadores y asesinos, en tanto que Barrionuevo y Vera sí.
La diferencia de trato es escandalosa. ¿A unos se les puede indultar y al otro no debe dársele ni un mal permiso de cuatro días?
Me pregunto a cuento de qué tamaña discriminación. Y me respondo que está muy claro: los políticos profesionales castigan con particular saña a los que se lo montan por su cuenta, sin respetar la disciplina de partido. Aunque se trate de otro partido.
Es una reacción gremial.
Barrionuevo y Vera hicieron barbaridades, pero siempre con el carné en la boca. Incluso cuando robaban. Roldán, en cambio, fue un outsider que trabajaba como autónomo.
El Código Penal no dice nada de eso, pero en la práctica es una circunstancia agravante decisiva. Es la barrera que separa a los delincuentes honorables (como Barrionuevo, como Vera, como Rodríguez Galindo) de los cutres (como Amedo, como Domínguez, como Roldán). Poco importa que los primeros resulten condenados por los tribunales, reos de crímenes espantosos: se les sigue tratando como si fueran ciudadanos de pro. Del mismo modo, tanto da que a los segundos se les encuentre culpables de delitos de inferior rango, o cometidos por delegación: se da por hecho que son impresentables, y la condena social es inapelable.
Claro que luego hay una tercera categoría, extensa hasta el hartazgo: la constituida por los reos que, aunque reúnan todos los requisitos, ni son indultados ni obtienen permisos, ni de cuatro días ni de fin de semana ni de nada, porque los jueces de vigilancia penitenciaria consideran que no son de fiar, porque no tienen dónde caerse muertos.
A Roldán no lo tratan como a Barrionuevo y Vera, es cierto. Pero al 90% de los presos tampoco lo tratan como a Roldán.
O sea, que todavía hay clases.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de agosto de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de agosto de 2012.
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