«Lamento decir que los expertos internacionales en Derechos Humanos, incluidos los del sistema de Naciones Unidas, coinciden unánimemente en considerar que muchas de las medidas que adoptan actualmente los estados para luchar contra el terrorismo vulneran los Derechos Humanos y las libertades fundamentales». La afirmación es del secretario general de la ONU. Y ni el lugar ni el momento que eligió para hacerla pudieron ser más oportunos: en Madrid y a muy pocas horas de la conmemoración de la masacre del 11-M.
Kofi Annan me despierta unas simpatías más bien limitadas. Está claro que se da cuenta de lo que sucede en este planeta que llamamos Tierra y de por qué sucede. Pero igual de claro está que siempre acaba inclinándose ante los poderes fácticos que conducen el mundo por las sendas que él desaprueba. Su actuación con respecto a la guerra, la ocupación y el avasallamiento estadounidense de Irak es un perfecto ejemplo de esa mezcla suya de lucidez y cobardía: primero denunció; luego se avino. A regañadientes, pero se avino. (Me dirán ustedes que ha de comportarse así, porque si no le privarían del cargo en cosa de nada. Lo cual no discuto. Pero que para ocupar un determinado puesto haya que tragar sapos y culebras sólo prueba que quien lo ocupa tiene en más la ambición que la decencia).
Su discurso de clausura de la Cumbre de Madrid sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad fue tres cuartos de lo mismo: denunció un hecho tan real como reprobable, pero no puso nombre a sus autores, con lo cual los representantes de todos los estados presentes en el acto -incluidos aquellos cuyo comportamiento acababa de ser denunciado- pudieron dedicarle un amable aplauso y quedarse tan anchos.
De hecho, Kofi Annan se quedó muy corto no sólo por lo anónimo de su crítica, sino también porque invirtió los términos de la realidad. En contra de lo que él insinuó de modo genérico, no es que muchos estados estén vulnerando los Derechos Humanos y las libertades en su lucha contra el terrorismo; es que están utilizando la lucha contra el terrorismo como pretexto para librarse del molesto corsé que representan para ellos las legislaciones que protegen los Derechos Humanos y las libertades. Hágase el balance del cambio que ha experimentado el mundo tras el 11-S: no hay más seguridad, pero sí bastante menos libertad. La ola de iniciativas de todo género propiciada desde la Casa Blanca no ha conseguido nada de lo que decía pretender. Ni siquiera -y por anecdótico que resulte-, capturar a Bin Laden, su excompinche.
El terrorismo les ha hecho tantos servicios a modo de pretexto que uno se pregunta, en buena lógica, qué interés concreto podrían tener en acabar con él. Tanto más cuanto que, como es bien sabido, ellos también se sirven de los métodos del terrorismo cuando les conviene.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (11 de marzo de 2005) y El Mundo (12 de marzo de 2005). Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 19 de noviembre de 2017.
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