De todos los procesos a los que podía estar haciéndome acreedor, el que menos me esperaba ahora mismo era un proceso gripal. Ya ha venido a visitarme la primera gripe del año. Maldita sea.
Como he contado otras veces, empecé a primeros de septiembre un año sabático.
Uno puede dedicar un año sabático a muchas cosas, entre ellas, por ejemplo -y muy destacadamente-, al sano ejercicio de no hacer nada. Yo soy incapaz de eso. Castigado por la divinidad a darle constantemente al coco, incluso me he puesto a reflexionar sobre las peculiaridades médicas que presentan los años sabáticos. Y ya me he topado con la primera: una gripe en plena temporada laboral es una pejiguera, pero presenta sus ventajas, principalmente la de no tener que ir a trabajar; una gripe en pleno año sabático, en cambio, sólo tiene inconvenientes.
Empiezo a sospechar incluso que entre el año sabático, de un lado, y la gripe y otros males, del otro, hay una posible relación de causa/efecto. Si estás metido en un trabajo asalariado intenso, mantienes una tensión que eleva tus defensas contra la enfermedad. Si no lo estás, las defensas bajan y los virus encuentran ante sí un terreno expedito. Item más: como tienes -teóricamente- mucho tiempo libre, te propones hacer que te curen algunos viejos problemas físicos de tipo menor que te aquejaban y a los que no hacías ningún caso, porque no tenías tiempo para ello. Craso error: así que caes en manos de médicos, te empiezan a recetar medicinas -hay médicos que, si no recetan nada, no son felices- que, invariablemente, te destrozan el estómago. Naturalmente, aprovechan para prohibirte todo. Lo cual tiene un efecto secundario de tipo psicológico: como no les haces ni puñetero caso, tienes mala conciencia.
Incluso, en un rapto de imprudencia específicamente sabática, se te puede ocurrir ir al dentista, para ver si le echa una ojeada a esa muela que a veces, cuando tomas helados, te da pinchacitos. El resultado es invariablemente dantesco: descubre que tienes un diente mal («Intentaremos salvarlo», te dice con una sonrisa macabra), te informa de que cuentas con otras dos caries de las que no tenías la menor idea que probablemente no tenga más remedio que extraerte, y, ya metido en gastos -literalmente hablando-, especula con la posibilidad de sacarte también la muela del juicio.
Lejos de mí la hipocresía de pretender que, en realidad, el trabajo asalariado es fuente de salud. Pero lo que sí empiezo a ver claro es que los años sabáticos son un factor de riesgo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (2 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de abril de 2017.
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