En la red / Pregunta: Si se llevara a cabo el Plan Ibarretxe, ¿dejaría ETA de cometer atentados?
El Gobierno vasco jamás ha pretendido que su proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía, en el caso de que pudiera abrirse paso, fuera a lograr per se el fin de los atentados de ETA. Sabe de sobra que el término de la violencia de ETA depende pura y exclusivamente de ETA. Como sabe que ETA puede decidir su abandono de las armas antes, durante o después de cualquier iniciativa política concreta. O nunca. Y al margen de todas.
Lo que el Gobierno de Vitoria pretende es diferente. Apunta al establecimiento de un régimen de relación entre Euskadi y el Estado que resulte más confortable para la mayoría de la población vasca, la cual, según todos los estudios sociológicos, está a disgusto con las reglas de juego fijadas por el actual Estatuto, que, por paradójico que resulte, permiten al Gobierno central no cumplir siquiera lo prescrito en el propio texto estatutario.
Supone el lehendakari que, si se lograra establecer un engarce más fluido y relajado de Euskadi con el conjunto de España -porque de eso va su proyecto, impropiamente tildado de «independentista»-, ETA y sus valedores políticos irían quedándose sin caldo de cultivo. Sin frustraciones sociales de las que echar mano. Sin cabreos que retroalimentar. Pero ésa sería una consecuencia lateral. Todo lo importante que se quiera, pero lateral. El plan Ibarretxe no está pensado para aplacar a ETA, y menos todavía para atender sus demandas políticas. Lo que pretende, en lo fundamental, es dar satisfacción a las aspiraciones populares que otorgaron al autodeterminismo el respaldo ampliamente mayoritario que logró en las últimas elecciones autonómicas.
Conviene no engañarse -y no engañar- sobre los fines del plan Ibarretxe. Porque hay quienes están contando a la opinión pública española que están en liza dos planes para acabar con ETA: el del Gobierno de Aznar, basado en la eficacia represiva, y el del plan Ibarretxe, basado en la renuncia política. Cuando lo cierto es que la eficacia de Aznar se va a concretar en que prometió que acabaría con ETA en seis años, y se va dejando el embolado a su sucesor, y que el llamado plan Ibarretxe no está concebido para acabar con ETA, con lo cual malamente podría competir con nadie en ese terreno. Para luchar contra ETA, el Gobierno vasco cuenta con la Ertzaintza, que dista de estarse mano sobre mano, como bien saben las autoridades centrales... y la propia ETA.
Si se normalizara y se descrispara la vida política vasca, ETA perdería buena parte de los apoyos que le quedan. Sin duda. Lo que no cabe es determinar en qué medida el plan Ibarretxe, en concreto, podría tener efectos sobre el terrorismo de ETA. Primero, porque no se sabe si las autoridades del Estado van a permitir que ese plan sea siquiera debatido en sede parlamentaria. Segundo, porque tampoco se sabe si, en caso de ser debatido, se mantendría en sus líneas actuales o tomaría otros derroteros, parcial o totalmente diferentes. Y tercero, porque tampoco hay que descartar que ETA, aún contando con gente, dinero y armas para seguir actuando, decida de aquí a no mucho retirarse del escenario, cediendo el protagonismo a las fuerzas políticas, sin esperar a que el plan Ibarretxe llegue o deje de llegar a ningún puerto.
Lo que le hace más mella a ETA es que la política pacífica revele que puede dar cauce a las aspiraciones más sentidas por la mayoría de la población vasca. Lo cual también puede formularse a la inversa: tanto más se impone el inmovilismo político, tanto más se anima ETA.
Javier Ortiz. El Mundo (28 de diciembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de abril de 2018.
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