Me piden en El Mundo que participe en el debate "En la Red" de hoy domingo, planteado a partir de la pregunta ¿Cree que el Gobierno del PP logrará que baje el precio de la vivienda? Dan por supuesto que mi respuesta será negativa. Sorprendentemente, aciertan. Éste es el texto que les remití ayer y que se publica hoy en la página 2 del diario.
Miente, don Francisco, y usted lo sabe. El argumento que ha empleado para quitar hierro al problema de la carestía de las viviendas -eso de que tampoco estarán tan caras, si se venden, porque lo caro no se vende- no pasa de ser una argucia chapucera, como comprueba usted a diario cuando mira la cuenta de los restaurantes en los que come. Son a menudo carísimos, y usted, señor Álvarez Cascos, paga. Bueno: pagamos los contribuyentes, pero usted mediante.
Me cuentan que los astilleros que construyen embarcaciones de recreo en España tienen vendida toda su producción hasta dentro de varios años. ¿Será que los yates se han puesto a buen precio? Venga, por Dios.
No paran ustedes de tirar balones fuera. Argumentan una y otra vez que buena parte del problema está en que los españoles, a diferencia de otros europeos, nos empeñamos en comprar nuestra vivienda, en vez de vivir de alquiler. Como si tuviéramos algún tipo de peculiaridad genética que nos empujara compulsivamente al mercado inmobiliario. Lo cierto es que la mayoría opta por comprar en cuanto puede porque apenas hay diferencia entre el precio de un alquiler y el plazo de una hipoteca. La gente compra porque, por el mismo dinero -muchísimo en ambos casos, pero el mismo-, por lo menos dentro de veinte años tendrá su piso en propiedad.
La gente no actúa de un modo u otro porque sí, sino después de hacer sus cuentas. Si el Estado fomentara el alquiler de viviendas prestando ayuda a los inquilinos, como se hace en mucho países europeos, habría mucho más personal dispuesto a alquilar. Y si penalizara severamente la tenencia de pisos sin habitar, lograría ampliar la oferta de alquileres. Y los abarataría.
Si son habas contadas.
Pero ustedes sienten una aversión instintiva por todo lo que implique intervención del Estado en la economía. ¿Subvencionar el alquiler de pisos por jóvenes, por trabajadores y trabajadoras en paro, por pensionistas, por gente de ingresos particularmente limitados? ¡Qué horror! ¡Un Gobierno liberal no puede hacer eso! ¿Castigar a los propietarios que dejan sus casas desocupadas? ¡Intolerable! «¿Pero qué quieren? ¿Que nos convirtamos en una república socialista?», escuché el otro día por la radio uno de los suyos, de ésos que consideran que cualquier intento de regular el mercado es bolchevismo patibulario.
Pues bien: con esas premisas, la demanda de pisos en venta se mantendrá tal cual. Y los precios seguirán por las nubes. No es que ustedes no puedan hacer nada por evitarlo. Es que lo suyo es el laissez faire. Y el que deja hacer, por definición, no hace.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social y El Mundo (20 de octubre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.
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