Cuando uno hace un trabajo tan duro, que requiere una tal capacidad de concentración, ha de estar a lo que está, y punto.
Cuando uno se encuentra vigilado por los rivales más temibles, profesionales de una pieza que se han pasado todo el año esperando este momento como halcones ante su pieza, cualquier distracción, cualquier desaliento le puede ser fatal. ¿A quién le interesa que Miguel Indurain (Miguel, claro que sí: ¿y por qué no?) se vea en la obligación de introducirse en un berenjenal teórico de tan resbaladizos perfiles? ¿Alguien desea que se ponga nervioso? ¿Que se sienta mal en su piel, acosado? Y, si es así, ¿por qué, para qué? ¿Se considera Indurain sólo navarro? ¿También vasco? ¿Español? ¿Vascoespañol? ¿Vasco-navarro? ¿Todo a la vez? ¿Nada de todo eso? ¿Y qué más da? Una cosa está clara: que forma parte de la nación de los ciclistas, que utilizan el pasaporte de sudor y hablan en el esperanto de la pedalada.
Navarra y Euskadi han hecho bandera de Indurain, y a él eso le gusta. Pero no tiene nada en contra -muy al contrario- de que haya gentes de otras latitudes que se apunten a su causa. No siente un entusiasmo particular por los patriotismos de ningún género, y quisiera estar a bien con todos. Si ustedes se sienten patriotas de esta o la otra patria, benditos sean, pero dejen a los ciclistas que se dediquen a lo suyo y tengan la fiesta en paz.
Y a Miguel Indurain -a él precisamente: un escapado de toda militancia extra-deportiva- permítanle que se concentre en lo que sabe y debe hacer: ganar el Tour.
Javier Ortiz. El Mundo (25 de julio de 1991). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de julio de 2010.
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