Ayer hice bien mis deberes, como en los tiempos en los que ejercía de editorialista de El Mundo: me armé de paciencia y me tragué buena parte del debate llamado del estado de la nación.
Fue espantoso.
Aznar sigue defendiendo su candidatura al Nobel del aburrimiento. Dice Raúl del Pozo que el presidente del Gobierno huye de la retórica. No lo sé. De lo que sí tengo constancia es de su tenaz combate contra la gramática. Construye frases incoherentes, con sujetos que rara vez concuerdan con el verbo (cuando lo hay) y derivaciones extrañísimas, llenas de «marcos», «espacios», «en términos de» y cosas así.
En tiempos, cuando hablaba Felipe González, solía entretenerme yo haciendo la cuenta de las muchas veces que decía «por consiguiente». Ayer me di cuenta de que cabría hacer lo mismo con Aznar, llevándole la estadística de sus «Creo sinceramente». Qué petardo de hombre.
Del contenido de sus intervenciones no vale la pena decir nada, salvo que se le ve satisfecho de sí mismo, lo cual tiene su mérito.
La poca lástima que me quedaba después de compadecerme a mí mismo por estar soportando semejante bodrio se la concedí a José Luis Rodríguez Zapatero. El secretario general del PSOE se ha dado un atracón de vídeos de Felipe González. Imita todos los gestos del ex presidente con una exactitud que no raya con el ridículo, porque lo desborda ampliamente. Por un momento temí que iba a ponerse a hablar con acento sevillano.
Éste tampoco dijo nada de interés. Se le vio bastante de acuerdo con el otro.
Sólo hubo dos cosas de la sesión que me entretuvieron. La primera, Xavier Trias. Lo de Trias es de traca: su problema no es que tenga dificultades para pronunciar la erre, sino que se atranca en su gangosidad y la arrastra, talmente como los borrachos. Me recordaba al Pilatos de La vida de Brian. Para acabar de rematar su lío, parece como que tuviera predilección por las palabras con erre. Hubo un momento en el que defendió «una geforma del IGPF que coggija las iggegulagidades...». Fue demasiao.
El otro punto de involuntaria festividad lo pusieron las mozas que traducían simultáneamente los discursos de los parlamentarios al lenguaje de los sordomudos en TVE. Como quiera que las equivalencias mímicas que utilizaban eran muy directas y muy expresivas, había frases pretendidamente elípticas de los políticos que quedaban convertidas en gestos lamentablemente obvios, con reiteradas referencias a la pasta y constantes viajes de la mano al bolsillo.
Era de eso de lo que en realidad hablaban casi todos, pero estoy seguro de que hubieran preferido que se notara menos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (27 de junio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de mayo de 2017.
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