Empiezo a sospechar que quizá no sea bueno que se convoque un referéndum sobre el Tratado de Maastricht.
No por las razones que suelen esgrimirse contra esa posibilidad. Algunos alegan que es un asunto demasiado complicado como para que se pueda responder con un «sí» o un «no». Olvidan que también los programas que presentan los partidos a las elecciones abarcan una enorme cantidad de materias, y sin embargo el ciudadano tiene que tomar una sola decisión -unas solas siglas: un «sí» o un «no»- con respecto a ellos. No puede meter en la urna una papeleta que diga: «Me gusta el programa de reindustrialización de XX, pero su líder me pone de los nervios; me parece muy razonable la alternativa ecológica de YY pero, en lo relativo a las nacionalidades, me apunto a lo que propone ZZ». Casi todo es casi siempre demasiado complejo como para responder con un «sí» o con un «no», pero la democracia tiene estas exigencias: al final, bajo unas u otras formas, hay que acabar por decidirse entre «sí», «no» o «me abstengo», porque, de lo contrario, es imposible hacer un recuento.
Tampoco me vale el argumento que niega el referéndum en nombre de la democracia representativa. Los representantes electos lo son para que pongan en práctica un programa previamente establecido. No se puede considerar la papeleta de voto como un cheque en blanco. Y en las elecciones anteriores nadie anunció -era imposible- que el Tratado de Maastricht, destinado a remodelar de punta a cabo nuestra vida económica, política y social, fuera a ponerse en marcha. Habrá que ver por tanto ahora si queremos o no queremos ir por esa vía.
Si me están entrando dudas sobre la oportunidad del referéndum no es por nada de esto. Es porque he escuchado los argumentos que emplean González y Guerra para defender el Tratado. El espectro del referéndum sobre la OTAN y la preguntita de entonces me ha revuelto las tripas. Me veo ante un referéndum planteado tal que así: «¿Quiere usted ser europeo, rico y moderno, o prefiere acabar aislado, atrasado y pobre?». Ante un debate planteado en términos como éstos, mi ánimo decae por entero.
Prefiero que no me pregunten nada a que me tomen el pelo.
Javier Ortiz. El Mundo (26 de septiembre de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de septiembre de 2011.
Comentar