Me es indiferente que los tenientes del Poder, para desahogar la irritación que les producimos algunos de sus críticos, nos califiquen de «sindicato del crimen». Es un insulto bobo.
A cambio, no soporto que nos comparen con la Inquisición, con los «procesos de Moscú» y con el maccarthismo. No me irrita por razones políticas, sino pedagógicas.
Son unos irresponsables. No se dan cuenta de que, para obtener un beneficio meramente coyuntural, están malogrando la educación de nuestra juventud, despistándola sobre el significado de fenómenos históricos notables.
Consciente de la importancia que tiene la correcta formación de los jóvenes de hoy, daré aquí un par de datos clarificadores al respecto.
Empecemos por la Inquisición. ¿Qué rasgos propios distinguieron a la Inquisición Española de los diversos fenómenos inquisitoriales presentes en casi todo el occidente de Europa desde el siglo XII? La experta Valentina Fernández Vargas anota: «El Tribunal del Santo Oficio, considerado como la Inquisición Española por excelencia, es el que van a instaurar los Reyes Católicos y que de hecho es distinto de los Tribunales Medievales pues va a estar íntimamente unido al poder político».
Este rasgo característico de la Inquisición Española -su vinculación al Poder- la sitúa, en efecto, en el mismo plano que los Tribunales que encabezó en la URSS el fiscal general Andrei Vishinski, un socialista moderado que se pasó con entusiasmo a las filas de la Inquisición estalinista. El Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy actuó también en ese mismo plano, aunque de modo mucho menos sanguinario.
Se trata, pues, de tres ejemplos históricos de tribunales al servicio del Poder, destinados los tres -y ésta es otra característica básica que comparten- a un mismo objetivo: perseguir y castigar la disidencia, para procurar la uniformización ideológica de la sociedad.
Dicho de otro modo: por muy perversa, torva, cruel, tramposa y falsaria que sea nuestra «campaña» contra González, las instituciones democráticas, los «síntomas de recuperación», los cuñados de los síntomas y la Biblia en verso, no está en nuestra mano actuar a semejanza del Tribunal del Santo Oficio, Stalin y McCarthy. Por dos razones, ambas elementales: 1ª) porque no estamos en el Poder, y 2ª) porque nos viene fatal que se reprima la disidencia, dado que nosotros mismos somos disidentes.
Si no pueden prescindir de citar precedentes históricos, búsquenlos en momentos de la Historia en los que el Poder ha sufrido feroces campañas de descrédito lanzadas desde abajo. Un felipista tuvo hace semanas la audacia de comparar El Mundo con L'Ami du Peuple, de Jean-Paul Marat. Es un perfecto disparate, pero se acerca algo más a la verdad: a fin de cuentas, este diario también se opone a un tipo que se cree que el Estado es él.
Javier Ortiz. El Mundo (14 de diciembre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de diciembre de 2010.
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Escrito por: leo.2010/12/19 13:29:1.103000 GMT+1