¿Por qué casi todo el mundo dio por hecho que la ya a estas alturas célebre frase xenófoba pronunciada en el Parlamento andaluz y captada accidentalmente por un micrófono de RTVE («Los moros, a Marruecos, que es donde tienen que estar») había sido pronunciada por un representante del PP?
Porque casi todo el mundo es consciente de que el PP cuenta en sus filas con elementos que son de un primitivismo ultrarreaccionario de mucho cuidado.
¿Por qué muy poca gente imaginó que esa bochornosa frase podía proceder de un parlamentario del PSOE?
Porque la mayoría da por hecho que el PSOE es un partido uniformemente progresista, moderno, de amplios horizontes, poco dado al racismo, etcétera, etcétera.
Pues que la mayoría vaya regresando a la realidad.
El martes pasado se discutió en el Congreso de los Diputados una moción del PNV que pretendía la retirada de las calles y plazas de España de los muchos monumentos, placas y otros símbolos que siguen rindiendo homenaje a los militares sublevados en 1936 y a los civiles que secundaron su sanguinario alzamiento. El PP buscó hasta debajo de las piedras argumentos para votar en contra de esa iniciativa sin tener que reconocer a las claras la verdad: que se oponía a ella porque no quiere contrariar a una parte de su base social, que sigue siendo medularmente franquista.
«El PP se ha quedado solo en su defensa de los emblemas del franquismo», clamaron algunos. Pero obviaron que, si ese debate se plantea a estas alturas, es sólo por una razón: porque el PSOE se pasó 13 años en el Gobierno sin hacer nada por acabar con semejante estado de cosas.
Recuerdo que, hace algo así como tres lustros, pregunté a un responsable municipal de Barbate, en Cádiz, cómo narices era posible que el Ayuntamiento socialista no hubiera cambiado el nombre del pueblo, llamado a la sazón -y no sé si todavía- Barbate de Franco. Me respondió que era... ¡«una cuestión histórica»!
Son primos hermanos.
No niego que una parte del PSOE pueda estar haciendo un esfuerzo por cambiar. Tampoco lo afirmo. No sé. Lo que sostengo es que en ese partido hay aún bastante gente como el tal Rafael Centeno, hasta ahora vicepresidente del Parlamento andaluz, capaz de creer que queda gracioso meterse con «los moros». Y gente, como Chaves, que dice que pedir cuentas al PSOE por ello es «oportunismo político absolutamente reprobable».
Gente, en suma, capaz de volver a peregrinar a Guadalajara, si llegara a terciarse.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de febrero de 2001) y El Mundo (17 de febrero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de febrero de 2012.
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