De todas las razones que pueden explicar que Rodríguez Zapatero haya decidido no impugnar la candidatura de EHAK, la primera que descarto es la que ha hecho pública: que, en este caso, no había pruebas suficientes de la vinculación entre EHAK y Batasuna. En la Audiencia Nacional hay abiertos procedimientos penales que pretenden la vinculación con Batasuna de asociaciones culturales, como la Fundación Joxemi Zumalabe, cuyos lazos orgánicos con el partido ilegalizado son inexistentes. Y quienes sostienen la existencia de esa relación no son sólo los jueces instructores, como Garzón, sino también los fiscales, que dependen jerárquicamente del Ejecutivo.
En el caso de EHAK, de haberlo deseado el Gobierno, el fiscal general del Estado podía haber echado mano de lo que fuera. He oído en Radio Euskadi que EHAK acaba de encargar de sus relaciones con la Prensa a dos personas muy relacionadas con las viejas relaciones públicas de Batasuna. Entre eso, la petición de voto y la cesión de medios materiales y humanos para el desarrollo de la campaña, el fiscal habría podido montar un papeleo igual de sólido -igual de endeble- que el que puso en marcha para la ilegalización de Aukera Guztiak.
Sencillamente, no han querido hacerlo.
¿Y por qué? ¿Por razones electorales? Zapatero no puede dar por hecho que los votos de los que EHAK prive a los tres partidos del anterior Gobierno vasco les vayan a dejar sin la mayoría absoluta. A cambio, la izquierda abertzale volverá a estar presente en el Parlamento de Vitoria, lo que no encaja con los designios que venía haciendo suyos.
¿Será entonces eso? ¿Será que ha cambiado de designios? ¿Estará tratando de desmarcarse de la política de la que la Ley de Partidos fue máxima expresión para adoptar otra más flexible hacia la izquierda abertzale, más propicia a vías de diálogo y negociación? De ser así, este podría ser un primer paso para ir escenificando ante la opinión pública española su progresivo distanciamiento del PP y de la política de patadón y tente tieso que éste abandera. Si es ese el giro que quiere dar, no puede ignorar los riesgos que corre, tras tantos años aleccionando a su base social con las ventajas del mayororejismo a ultranza, que cuenta en su propio partido con fervientes paladines, tales como Rodríguez Ibarra, Bono y Francisco Vázquez.
No sé a qué está jugando Rodríguez Zapatero. Quizá a todo a la vez. Es el problema que plantean los políticos que no tienen una línea definida. No es fácil saber a qué juegan, porque sucede a menudo que juegan tantas partidas simultáneas que al final ni ellos mismos saben en qué punto se encuentra cada una.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (13 de abril de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de noviembre de 2017.
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