La abstención ha sido aplastante en los Estados que ya han celebrado sus elecciones para el Parlamento de la Unión Europea. Ha habido países en los que hasta el 70% de los potenciales votantes no han querido ver las urnas ni de reojo.
Los gobernantes comunitarios deberían sentirse abochornados. Claro que, si tuvieran capacidad de avergonzarse, no habrían montado un Parlamento como ése, que no interesa a nadie, salvo a la banda de caraduras que cobran una pasta gansa por sestear en Estrasburgo y dejar que los jefes de Bruselas hagan lo que se les ponga.
Se tiene al barón de la Breda y de Montesquieu por inspirador del sistema democrático. Cualquiera que se tome el trabajo de leer su obra comprobará que el tipo hizo todo lo posible por idear un sistema de representación popular que cerrara la posibilidad de que la chusma -la canaille, que decían los aristócratas franceses: él fue uno- llegara jamás a hacerse con el poder político. De ser realmente democráticos, los parlamentos dejarían sin asignar tantos escaños como porcentaje de abstención se contabilizara. ¿Que sólo vota un 30%? Pues se monta una cámara con el 70% de los escaños vacíos.
Más barato. Y, sobre todo, más representativo.
Es poco probable que las urnas españolas del próximo domingo se queden tan viudas como las de por ahí arriba. Imagino que el tirón de las consultas municipales -y de las autonómicas, allí donde les toca- añadirá un generoso plus al peñazo de Estrasburgo.
No estaría mal, de todos modos, que se produjera un importante incremento de la abstención. Una abstención notable -a la europea, no a la norteamericana: allí es estructural, pobre Tocqueville- podría muy bien hacer las veces de bronca. De bronca no a tal o cual candidatura, sino al sistema, al régimen. Daría prueba de que el personal se empieza a dar cuenta. Si una amplia mayoría ciudadana volviera la espalda a los artífices y beneficiarios del sistema y dijera que rechaza su juego tramposo, en el que solo tiene algo que rascar el que puede gastarse cientos de millones popularizando su jeta, tal vez se animaran a bajar del guindo.
Pero no interpreten ustedes esto como un llamamiento en pro de la abstención. Yo no convoco a nada: ya son ustedes mayorcitos. Por lo demás, tampoco tengo claro qué es lo mejor que podría ocurrir. Ni me lo planteo. Soy consciente de que la política actual es como el infierno del Dante: ya hace tiempo que abandoné toda esperanza.
A cambio, sí sé qué es lo peor que puede ocurrir: exactamente lo que sucederá. Que el PP y el PSOE volverán a repartirse el pastel.
Javier Ortiz. El Mundo (12 de junio de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de junio de 2011.
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Escrito por: kala.2011/06/19 15:17:41.795000 GMT+2