Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2003/11/15 06:00:00 GMT+1

De la indignación en el arte

Paseo por el dial de la radio internáutica a través de esos mundos del Señor.

Me detengo en una emisora parisina. Parece un espacio de qualité, para gente nada adicta al Top Ten. En plan exquisito: música con raíces, folk, world music, sincretismos varios y demás.

Como una parte importante de mis gustos va por ahí, me quedo. Para que me sirva de fondo. Y para informarme de novedades, de paso.

Pero me voy cabreando poco a poco. Constato que el espacio de esas músicas, caracterizadas hasta ahora por la predominante autenticidad de sus propuestas, está viéndose más y más invadido por gente que confunde el arte con el circo. Sobreabundan los especialistas en perfomances varias: tipas poseedoras de cuerdas vocales capaces de emitir notas altísimas y mantenerse en ellas durante la tira de tiempo -durante horas, para mi gusto-, cuartetos que podrían competir ventajosamente con las mayores orquestas en la cantidad y el volumen del ruido que fabrican, gente dispuesta a mezclar con tanta desenvoltura como carencia de criterio ritmos típicos del Cáucaso con acompañamientos propios de los mariachis mexicanos...

Todos ellos sin otra intención imaginable que la de dejar a la audiencia con la boca abierta.

Casi lo más cabreante de todo es el presentador del programa, encantado de aportar al mundo esta exhibición de vendedores de espejitos y abalorios. Sus tragaderas forman parte de la competición: son descomunales. ¡Todo le parece excelso! Y, encima, habla en un tono insoportablemente engolado, con un ligero acento norteamericano, como si de ese modo demostrara mejor su cosmopolitismo, su cultura y su elevado grado de exigencia.

El punto culminante del programa viene cuando el tipejo presenta a modo de primicia universal una pieza, obra de una niñata que, por lo que cuenta, es la autora de unos gorgoritos que vete a saber cómo fueron en origen, porque lo que sale por los altavoces es un bodrio ecualizado hasta el hartazgo. Descubro con indescriptible horror al cabo de un rato -y no sin esfuerzo- que la pieza en cuestión está inspirada en una bellísima canción popular de la Provenza, masacrada por la insensata de marras con la ayuda de varios modelnos especialistas en world music y en sintetizadores. ¡La madre que los parió a todos! Una canción que, a nada que la cante con algo de gusto alguien que no desafine demasiado, a capella incluso, te pone la piel de gallina, convertida en un crescendo semejante a la traca psicodélica final de A Day in the Life, de Lennon, pero sin Lennon, sin A Day in the Life y sin nada que valga un pimiento!

«Incroyable!», exclama el presentador cuando concluye el crimen.

Y yo, de acuerdo con él, por una vez.

 

Estoy encantado. Creo que hacía años que no me desahogaba tan a gusto sin ganarme media docena de enemigos más.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (15 de noviembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de noviembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/11/15 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2003 apuntes | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)