Uno de los efectos más nefastos que producen los crímenes de ETA es, sin duda, que saca lo que de peor esconde la sociedad española.
Durante la mañana del pasado viernes, escasas horas después del atentado de Sevilla, oí a un comentarista de radio proponer una solución estupenda para acabar con el terrorismo: «Al paredón con ellos». Es, como quien dice, la alternativa texana, pero en peor. En otra emisora, una oyente apuntó que los presos de ETA deberían ser colocados al alcance de reclusos comunes que estuvieran dispuestos a lincharlos. Lo que mereció el siguiente comentario: «Por lo menos tiene ideas nuevas, no como los políticos». Otro menda radiofónico se refirió a alguien diciendo que «es vasco vasco pero, sin embargo, está lleno de buenas intenciones...». Uf.
Reclaman unidad sin parar. Pero unidad, ¿para qué? Hace al caso pedirla en lo que se refiere al objetivo: acabar con el terrorismo. Pero no cabe exigirla en lo tocante a los métodos, a las tácticas: ahí la diversidad es lógica e, incluso, positiva.
Florecen ahora los intolerantes que, en cuanto alguien no suscribe sus opciones sin chistar, lo tildan a toda velocidad de cómplice del terrorismo. ¿En qué cabeza cabe que Odón Elorza, haga «más caso a HB que a los demócratas»? En la de Carlos Iturgaiz. ¿En qué cabeza cabe que, ante un atentado como el de Sevilla, monseñor Blázquez no tenga claro quiénes son las víctimas y quiénes los asesinos?
Leí ayer un artículo de Vicente Molina Foix. Es el arquetipo del nuevo inquisidor, agente de la policía del pensamiento. A Molina le parece muy mal que Dario Fo desaprobara la sentencia del Supremo contra la Mesa Nacional de HB. Hasta ahí, sin problemas: me parece muy bien que le parezca muy mal. Pero Molina no se conforma con emitir una opinión. Como inquisidor, tiene que denunciar herejías: la actitud de Dario Fo revela, según él, «estúpida y criminosa ignorancia». ¡Criminosa! ¿Sabrá el Molina éste que muchos y afamados juristas criticaron también esa sentencia? A mí tampoco me pareció ajustada a Derecho. ¿Somos todos «criminosos»? En su furor inquisitorial contra Fo, el tal Molina embiste también de paso contra «sus traductores (?) y editores» en España, y hasta se permite dar por seguro que éstos desinforman al premio Nobel... ¡para hacer el juego de ETA! ¿Y por qué no va a una comisaría y los denuncia?
Está claro que alguna gente no entiende que respetar la discrepancia es esencial para coexistir en libertad. Ya vivimos muchos años en los que en estas tierras al discrepante se le perseguía con saña feroz. Iturgaiz, que no pudo luchar militantemente contra el franquismo porque entonces era muy joven, y Molina Foix, que no lo hizo porque estaba muy ocupado en charlas de café, deberían reflexionar sobre los peligros que tiene el negro oficio del Santo Oficio. La libertad no necesita inquisidores.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de febrero de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de febrero de 2011.
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