Qué golpe terrible. Lo peor, con ser malo, no fue que aquellos jóvenes le insultaran a grito pelado llamándole «chorizo» y «corrupto». Lo peor, lo más hiriente para él, fue comprobar la inoperancia total de sus dotes de seductor. Él, el experto encantador de serpientes, toda una vida de sabio ejercicio de los guiños, las gracietas y las complicidades encandilantes, sintiéndose de repente inerme ante aquellos críos inmunes a sus artes, o peor: burlones, despectivos, hastiados de sus trucos de viejo ilusionista de la política. Aquella mañana, Felipe González recibió el mayor bofetón de su vida. Él estaba preparado para que le criticaran. No para que le dijeran que da asco. Qué humillación, señor, qué humillación.
Y, acto seguido, lo de Alfonso. «Necesito que se hagan cambios en la Ley de Huelga; me he comprometido a ello», le dice. Y Alfonso que le responde que no, que lo siente, que él se ha comprometido a lo contrario. Pero ¿quién se ha creído que es? ¿El amo de la barraca? Sí, es eso lo que se ha creído. Y, a juzgar por los resultados, con razón.
Es el calvario Filesa. Filesa por abreviar. Dos años de desastres in crescendo que estallan en esta apoteosis final, en la que hasta el correveidile de Txiki se permite subírsele a las barbas con una carta impertinente, cientos de copias por fax, acusándole de proteger a los renovadores de la nada.
Todas hieren: la del despacho de Sevilla, la de Mariano Ibercorp, la de Renfe, la de... las mil y un Filesas. Todas hieren. La última mata. Y la última es ésta, hecha de piezas distintas -peritos de Hacienda, estudiantes, Ley de Huelga, Txiki, ensambladas en una misma desconsideración, en un mismo desprecio. Todas le están gritando: ya no eres el amo, tus deseos ya no son órdenes para nadie, la grey se te ha desmandado, ya no controlas, te puedes dar el batacazo en las elecciones, espera y que no acabes tú también en el banquillo, fíate y no corras.
No te fíes y corre. Esa es la tentación del momento: dar la espantada, dejarles a ellos que lo arreglen, que con su pan se lo coman.
Cansado, hastiado, dolido. Él, que tantas veces ha sacrificado su libertad en aras de la nuestra, está parado en el borde del abismo. ¿Tanto esfuerzo y al final el ridículo? ¿Tanta entrega y al final la espalda de la Historia? Mejor marcharse a casa, ahora que aún es tiempo. Mejor los bonsais, los libros, los paseos, cruz y raya. Qué tentación, la fuga.
Ese hombre está muy, muy cansado. Ahora, incluso de sí mismo.
Javier Ortiz. El Mundo (11 de abril de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de abril de 2011.
Comentarios
Escrito por: Txema.2011/04/18 10:11:17.156000 GMT+2