La Moncloa se ha convertido en la casa de Tócame Roque. Por si no tuviera suficiente cuota parte de líos, gracias al búnker atómico, a Narcís Serra, a la llama estéril y al señor de los bonsais, ahora se descubre que la particularísima secretaria del propio González estuvo metida en un raro trasiego de fondos reservados con cargo a la célebre cuenta de Interior. «Era dinero para gastos especiales de seguridad», le dijo ayer Piluca Navarro a la jueza Coronado. Vaya por Dios. Ahora nos enteramos de que la seguridad del complejo de La Moncloa y de toda su cohorte también tiene que financiarse a escondidas.
He dicho que La Moncloa se ha convertido en la casa de Tócame Roque, y soy injusto. Soy injusto con la verdadera casa de Tócame Roque. Aseguran los expertos en historias matritenses que la tal casa, muy mentada en el habla popular, estaba en el número 27 (nuevo) de la capitalina calle del Barquillo, en un inmueble que fue demolido en 1850, y que el lugar era célebre por las trifulcas, enredos y tanganas que allí se montaban cada dos por tres. Se decía que en semejante sitio, habitado por gentes desheredadas, podía ocurrir de todo.
Es en esto último en lo único que La Moncloa de nuestros días se parece a la casa de Tócame Roque de siglo y medio ha. Porque en la de ahora también puede ocurrir -y ya vemos que ocurre- de todo. Pero por razones diametralmente opuestas. No son las suyas tristes historias de gentes desheredadas, por más que sean muy miserables. En esta casa de Tócame Roque el dinero no sólo no falta, sino que sobra. ¿Que el presupuesto se les queda un pelín corto? Pues telefonean a Interior, o a Defensa, o a Exteriores, y que les sirvan una ración de fondos reservados bien calentita.
Me devano los sesos tratando de imaginar qué género de «gastos especiales», no declarables, puede tener la Presidencia del Gobierno. Me ocurre lo mismo que debió pasarles a quienes establecieron los Presupuestos Generales del Estado. A ellos tampoco debió ocurrírseles nada, razón por la cual no asignaron ni un duro a esa partida.
Pero aún más misterioso me resulta que la persona encargada de ir a cobrar el dinero negro al Banco de España, y de administrarlo más tarde, fuera la secretaria personal de Felipe González. Se ve que doña Piluca Navarro es de una fantástica polivalencia, que lo mismo escribe al dictado que se organiza una red de espías, vigilando sus gastos sobre la marcha.
Todavía más maravilloso: según se colige de su declaración, posee también un portentoso ojo clínico para las finanzas. Porque pidió 28 millones y, zas, lo clavó: no gastó ni un duro más (lo habría pedido) ni uno menos (lo debería haber devuelto).
Definitivamente, ésa no es la casa de Tócame Roque. Es la de No Nos Los Toques, Felipe.
Javier Ortiz. El Mundo (10 de junio de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de junio de 2012.
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