Coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario de la promulgación del Estatuto de Autonomía del País Vasco, el candidato a lehendakari por el PSE-PSOE, Patxi López, ha declarado que su partido nunca admitirá ninguna propuesta política que divida a los vascos y que jamás permitirá que una parte de la población de Euskadi imponga sus criterios a la totalidad.
Confieso que esas manifestaciones me han dejado un tanto perplejo.
Lo primero que me choca es que Patxi López no diga que lo que su partido rechaza no es que una parte de los vascos decida lo que debe hacer la totalidad, sino que los vascos -sean en el número y en la proporción que sean- tengan derecho a decidir su futuro por ellos mismos. Porque lo que han venido defendiendo hasta ahora tanto su partido, en general, como la sección vasca de su partido, en concreto, es que el destino de Euskadi ha de determinarlo el pueblo español en su conjunto, y que en eso debe pintar tanto el criterio del ceutí como el de Hernani. O el de San Fernando como el de Sestao. Dado lo cual, no tiene sentido que Patxi López se dedique a especular sobre la opinión que a tal respecto puedan tener o dejar de tener los vascos considerados como entidad aparte.
¿O sí? ¿Será tal vez que el PSOE ha cambiado otra vez de criterio sobre estas cosas y yo no me he enterado? Ya defendió en los años 70 el derecho de autodeterminación de Cataluña, Euskadi y Galicia. A lo mejor está volviendo por sus fueros. No lo descarto, porque he oído que Rodríguez Zapatero se ha comprometido a respetar lo que decida el Parlament catalán sobre la reforma del Estatut, y eso tiene un inconfundible aire autodeterminista.
Pongámonos por un momento en la hipótesis de que Patxi López esté en la idea de que han de ser los vascos quienes decidan sobre el futuro de Euskadi sin interferencias ni intromisiones ajenas.
De ser así, entonces sus problemas vendrían por el lado de la democracia. Porque un demócrata no puede afirmar, como él lo ha hecho, que nunca admitirá propuestas políticas que dividan a la población. Y menos aún que rechace que una parte de la ciudadanía decida qué debe hacer el conjunto. Ambas cosas están en el ser mismo de la democracia. Los demócratas consideramos que la existencia de líneas políticas divergentes es un excelente signo de vitalidad de la sociedad. Y somos partidarios de que la ciudadanía vote, y de que se obre conforme a lo que decida la mayoría. Básicamente porque, si tuviéramos que esperar a ponernos todos -o la inmensísima mayoría- de acuerdo en cada cosa importante, nunca haríamos nada. Y porque, si rechazáramos obrar conforme al criterio de la mayoría, estaríamos propugnando la dictadura de la minoría.
Ese es el meollo del asunto: que lo que muchos defienden para Euskadi es que la mayoría de la población vasca se pliegue a las exigencias de la minoría. Curiosa democracia.
Javier Ortiz. El Mundo (27 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de abril de 2018.
Comentar