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1997/01/25 07:00:00 GMT+1

Cuestión de educación

Los moderados de ahora mismo se pasean hacha en ristre: o demuestras que eres tan moderado como ellos o te cortan el cuello.

A falta de ética, exhiben estética. Visten ropa italiana, citan a la escuela de Chicago, son expertos en vinos de crianza, llevan la sonrisa planchada con almidón y no ven más noticiarios que los de la CNN. Dan por hecho que todo ello demuestra que son moderados.

En realidad son de una profunda intransigencia. Basta con verlos discutir en público. Escupen sus opiniones como dagas, con la esperanza de clavarlas en el pecho de su oponente y liquidarlo cuanto antes.

Son refractarios al análisis, porque el análisis obliga a la duda, y ellos no saben dudar. Se conforman con deambular entre la calificación y la descalificación. Sustituyen la crítica por la altanería, y la demostración, por la mera repetición. Siempre dicen lo mismo: han aprendido de la Iglesia que el rito es esencial para la fe.

Cuanto mayor me hago, más detesto la moderación y más aprecio, por contra, la buena educación.

Hablo de educación; no de maneras. Saber usar la pala de pescado y ceder le haut de pavé a las damas está al alcance de cualquier quídam. Los moderados de ahora mismo se las arreglan para hacerlo: los que no lo aprendieron de pequeñitos han acabado deduciéndolo de la observación de sus congéneres.

Hablo de otra educación. De la que, cuando de polemizar se trata, mueve a aplicar normas tales como no interrumpir al que está hablando, no tratar de reforzar a gritos el peso de los propios argumentos, contestar a lo que dice el otro y no a lo que uno le atribuye, para más comodidad...

Los moderados que pululan ahora mismo por este país se comportan como verdaderos energúmenos. Es imposible discutir de modo medianamente sensato con ellos: en cuanto descubren que no eres moderado, les pierde el deseo de rebanarte el cuello.

Me recuerdan a ETA político-militar. Aquella extinta rama de ETA se distinguió, en sus últimos tiempos, por defender reivindicaciones moderadísimas: profundización del Estatuto de Gernika, aumento de las transferencias al Gobierno vasco, normalización del euskara... Su peculiaridad consistía en que defendía esas cosas a bombazo limpio. Era lo que algunos llamamos por entonces reformismo armado. Parecía contradictorio, pero lo era tan sólo parcialmente: entre los objetivos políticos y los métodos de acción no hay una correspondencia automática, que se imponga a la capacidad (o a la incapacidad) de las personas.

Del mismo modo en que tuvimos terroristas reformistas, ahora nos toca apechugar con los moderados intransigentes. Lo he sentido más de una vez, tras dejar constancia ante ellos de alguno de mis puntos de vista radicales: serían capaces de aplicarme electrodos para obligarme a ser tan moderado como ellos.

Alguien debería enseñarles que se puede ser moderado y, a la vez, medianamente educado.

Javier Ortiz. El Mundo (25 de enero de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de enero de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/01/25 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: moderados educación el_mundo 1997 preantología miscelánea eta_pm | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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