De cumplirse las previsiones del macrosondeo publicado ayer por El Mundo, los partidos nacionalistas españoles -mal e interesadamente llamados «constitucionalistas»- incrementarán muy sustancialmente su poder local en Euskadi tras las elecciones del próximo día 25. Sigma Dos, empresa que realiza los sondeos para el mencionado diario, pronostica que el PP y el PSOE lograrán incluso hacerse con el control municipal de las tres capitales de la comunidad autónoma.*
Contra lo que cualquier observador foráneo pudiera suponer, tan notable vuelco en la relación de fuerzas locales no se producirá -si se produce- porque esos partidos hayan logrado un importante incremento del respaldo que les conceden los ciudadanos, sino porque un poderoso rival, representativo de casi un 20% del censo, habrá sido privado de la posibilidad de recolectar el voto de sus afines.
Lo cual nos pone en vísperas de una transformación sustancial de la democracia. Gracias a la acción concurrente de dos partidos minoritarios** y de quienes ellos mismos han designado para jueces de la contienda -recuérdese que el Supremo y el Constitucional tienen la composición que el PP y el PSOE han convenido que tengan-, vamos a asistir a la aparición de una democracia sui generis, no basada en el sufragio universal. Olvidémonos de etimologías: en Euskadi, «democracia» ya no significa «gobierno del pueblo» sino gobierno de la parte del pueblo autorizada a votar a su guisa.
Si son ciertos los augurios que se apoyan en los sondeos, algo así como la mitad de los electores que en pasados llamamientos a las urnas votaron a EH, HB o Batasuna pueden decidirse esta vez por respaldar a la alianza PNV-EA o a Ezker Batua-Izquierda Unida. Habría diferentes razones para ello, incluida la de no contribuir indirectamente con su abstención a la victoria a la coalición radical PP-PSOE. Pero, de acuerdo con esos mismos sondeos, habrá otros tantos ciudadanos que meterán en las urnas las papeletas de AuB -es decir, que votarán nulo- o que se abstendrán. Con todo el derecho del mundo, dicho sea de paso.
Así las cosas, parece inevitable que se produzca una violenta distorsión de la voluntad del electorado vasco, cuyo efecto principal será una disparatada sobrerrepresentación de los partidos españolistas en ayuntamientos y diputaciones.
Eso elevará en muchos grados la tensión social y echará leña al fuego del enfrentamiento civil. La gente de convicciones nacionalistas considerará un fraude que su concejo esté gobernado por políticos que no representan ni de lejos las opciones mayoritarias, y algunos habrá que se lo tomen con relativa calma, pero otros -no hace falta ser profeta para augurarlo- no. Con lo cual se generalizarán esas tétricas historias de alcaldes que no pueden ni asomarse al balcón de la casa de la villa y de concejales que son acosados por la calle e insultados en los bares. Ni que decir tiene que ganarán muchos enteros -más aún- las acciones de los partidarios de la violencia, incluida la armada. Y caminaremos a grandes zancadas por la senda que conduce a las soluciones finales de uno u otro signo.
¿Es eso lo que quieren Aznar y los suyos? Temo que sí. Me he visto demasiadas veces a lo largo de la vida frente a la lógica enloquecida del «cuanto peor, mejor» como para no reconocerla cuando se presenta de nuevo en escena, presta a hacer de las suyas.
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* Ignoro por qué, El Mundo da por supuesto que el PSE-PSOE va a pactar con el PP urbi et orbi, lo cual no tiene por qué suceder. Algunos tendemos a suponer, por ejemplo, que el denostado Odón Elorza no volverá a formar coalición con las huestes del PP, con las que se lleva de pena.
** Minoritarios cada uno por su cuenta y minoritarios en comunión. Conviene no tomarse en serio el tópico de «Euskadi, partida en dos mitades». El voto españolista está muy lejos del 50%.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (18 de mayo de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de mayo de 2017.
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