Ya hace años -no sé: cuatro o cinco-, el entonces presidente Aznar intentó que las Naciones Unidas suscribieran una declaración en contra del terrorismo, en general. La iniciativa topó desde el comienzo con un obstáculo infranqueable: la representación británica se negó a aprobar una definición del terrorismo que pudiera acarrearle problemas innecesarios con el IRA, con el que Blair ya había entablado conversaciones más o menos indirectas para alcanzar la paz en Irlanda del Norte. Como quiera que Blair tampoco tenía el menor interés en que la definición acordada dejara fuera al IRA, optó por negarse a definir el terrorismo, sin más.
La posición del premier británico no escandalizó a casi nadie. Otros estados estaban en las mismas. Y es que, si bien nadie tiene especiales dificultades para emitir condenas genéricas contra el terrorismo, son bastantes los que prefieren no verse obligados a concretar cuántos tipos de terrorismo abarca su condena. ¿Se incluye el terrorismo de Estado? ¿La política israelí en tierra palestina debe ser catalogada como terrorista? ¿Y el activismo palestino contra la ocupación israelí? Los mujaidines afganos que se levantaron contra el Gobierno prosoviético de Kabul ¿eran terroristas? Y si lo eran, ¿qué consideración merece el apoyo que les proporcionó EEUU? Y si no lo eran, ¿cuándo empezaron a serlo, y a raíz de qué?
La Cumbre Euromediterránea que inicia hoy sus trabajos en Barcelona ha ido a tropezar con esa misma piedra. Varios estados árabes quieren que el Código de Conducta Antiterrorista que se pretende aprobar deje claro que la resistencia armada contra la ocupación extranjera, siempre que se desarrolle conforme a las leyes de la guerra, no puede merecer condena; que es la ocupación manu militari de territorios ajenos la que debe ser reprobada. La UE, fuertemente presionada por Israel, se niega a aceptar ninguna salvedad. Sostiene que «los últimos acontecimientos» desaconsejan introducir «matices» (sic) en la condena del terrorismo y que el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos, ya previsto en el proyecto de acuerdo -interesante reconocimiento, dicho sea de paso-, cubre las justas aspiraciones planteables en ese terreno. Sus oponentes responden que, si la intención de los miembros de la UE fuera respaldar la posición palestina, lo harían, sin más, y no pastelearían con las pretensiones anexionistas de Israel.
De modo que tampoco parece que la Cumbre Euromediterránea de Barcelona vaya a producir una definición del terrorismo que concite un mínimo consenso internacional.
Al margen del lógico escepticismo que producen sus previstos llamamientos a la unidad en la lucha contra el terrorismo -¿cómo se van a unir contra algo que no tienen claro qué es?-, resulta más que preocupante el hecho de que estados de la Unión Europea como Francia, Italia y Grecia, y otros próximos y aliados, como los balcánicos y la propia Rusia, todos los cuales rinden culto a aquellos de sus compatriotas que se levantaron en armas contra la invasión nazi, digan ahora que preconizar la exclusión de la resistencia contra la ocupación extranjera de la lista de prácticas terroristas supone meter en danza «matices» inconvenientes.
Es una muestra de su profunda degradación moral. Otra. Por si hicieran falta más.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de noviembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de noviembre de 2017.
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