Un canal de televisión va a emitir -o está emitiendo ya, no sé- una serie sobre la década de los ochenta. Dice su publicidad que aquellos fueron los años más «emblemáticos» de la Historia de España.
(Primer aviso: me planteo la posibilidad de fundar una nueva variante de la Santa Inquisición, católica, islámica, samurai o gurkha, que tanto me da, nada más que para ajustar las cuentas a la legión de informadores y publicitarios, o de informadores-publicitarios, que se pasan el día haciendo el recuento de lo que consideran «emblemático». Me ocuparé de ellos en cuanto acabe con los infinitos cronistas que describen todas las desgracias habidas y por haber calificándolas de «espectáculo dantesco».)
Vuelvo a lo de la serie sobre los años ochenta. Parece que se les ha ocurrido que valía la pena rodar esa cosa a la vista del enorme éxito logrado por otra serie supuestamente ambientada en los años setenta.
Se ve que la nostalgia vende.
Esto de la mitificación del pasado demuestra qué mala memoria tiene el personal.
Recuerdo una vez que, siendo niño, oí a mis hermanos mayores hablar de lo divertido que había sido su paso por el colegio. Yo, que iba por entonces al mismo antro escolar del que hablaban, pensé: «Cuando sea mayor, me acordaré de que el colegio es horrible». He cumplido la promesa: nunca he olvidado que aquella cochiquera era odiosa hasta decir basta.
Pasado el tiempo, he hecho extensiva la misma norma a otros supuestos recuerdos igual de sospechosos: que si la mili, que si la facultad, que si los sesenta, que si los setenta, que si los ochenta.
Hace unos días oí a un veterano político que empezaba su aburrido exordio diciendo: «Es que en mis tiempos...».
Le increpé voceando al aparato de radio:
-¿Qué pasa? ¿Te has muerto? ¡Si sigues vivo, tus tiempos son estos mismos de ahora!
(Segundo aviso: tengo la fea costumbre de discutir con la radio.)
Una vez me hicieron una pregunta curiosa en una entrevista para una revista alternativa:
-¿No crees que estamos más lejos de la Revolución que en los sesenta?
Respondí:
-No sé qué es «la» Revolución. Pero en todo caso, sea lo que sea, y si algo así ha de suceder, me parece obvio que cada día estamos más cerca.
Nunca he soportado a los pelmazos a lo Jorge Manrique, empeñados en que todo pasado fue mejor.
De adolescente, cuando el Borbón padre aún era pretendiente -aunque nunca lo fue con demasiado entusiasmo, tal vez porque eso le habría obligado a trabajar-, escribí unos ripios en los que me cachondeaba del autor de las famosas Coplas. Decían mis versitos: «¿Que qué se fizo el rey Don Juan? / Este don Jorge Manrique / estaba en la higuera. / ¡Mira que hablar de Don Juan / cual si Don Juan un rey fuera!»
Aunque reconozco que tampoco le faltaba razón a Ángel González cuando escribió sobre el porvenir: «Te llaman porvenir porque no vienes nunca».
Que ésa es otra.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (14 de septiembre de 2004) y El Mundo (15 de septiembre de 2004). Hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 2 de julio de 2017.
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